La abogada señala que “la gente necesita oír la voz de sus pastores”. Recuerda también que los religiosos, han sido detenidos, expulsados y exiliados en la feroz guerra que tiene la dictadura contra la Iglesia Católica del país.
Por: Intertextual/ Voces en Libertad/ contacto@intertextualcr.com
Para la abogada e investigadora Martha Patricia Molina, los obispos de Nicaragua han sido obligados a “un silencio doloroso” que no solo padece el clero, sino los creyentes.
“Hay un silencio triste, doloroso”, dice la autora del estudio Nicaragua una iglesia perseguida´, que recopila las agresiones emprendidas por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo contra la fe católica nicaragüense. En Nicaragua “casi se predica en silencio”, porque ha sido una embestida sin comparación en la historia política del país, asegura la especialista.
Molina menciona al presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, monseñor Carlos Enrique Herrera, quien también es el ordinario de la Diócesis de Jinotega, él según ella, se ha caracterizado históricamente por hablar en defensa del pueblo. “Los vimos en el año 2018, durante la operación limpieza en el barrio Sandino, salió en medio de las balas a recoger heridos y los cuerpos de los jóvenes masacrados. Pidió por la paz y que cesara la violencia”, recordó.
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Recordó también al mismo Cardenal Leopoldo Brenes, el que era oído en sus llamados en la defensa de la gente oprimida. “Las voces de los obispos denunciaban las injusticias y las injusticias siguen”, señaló la investigadora para quien los religiosos, han sido forzados a callar o ir a la cárcel. Recordó que hay un Obispo preso, sentenciado a 26 años de prisión acusado por delitos políticos y otros sacerdotes también en los penales del régimen.
CEN desarticulada
La Conferencia Episcopal de Nicaragua, CEN, el poderoso concilio de los obispos nicaragüenses se encuentra callada también y además incompleta. Molina recordó que uno de sus miembros más destacados, el obispo Rolando Álvarez, se encuentra en prisión y monseñor Silvio Báez, en el exilio.
Explicó que algunos de ellos decidieron predicar al aire libre y por eso han sido castigados por la dictadura. “Otros están predicando en silencio y eso hay que respetarlo”, recomendó la especialista.
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“No conozco personalmente a monseñor Carlos Herrera, pero sigo sus predicaciones a través de las redes sociales y sus homilías son aleccionadoras, precisas y sin divagaciones. Es un obispo cercano a su clero, los cuales lo miran como un amigo, padre y pastor, porque siempre su oído está dispuesto a escuchar. Son voces que el pueblo necesita oír”, comentó la especialista.
Explica que sus temores son fundados. “Si un religioso habla, si opina, si denuncia la dictadura es capaz de imputarle cualquier delito y condenarlo a muchos años de prisión. Esta dictadura, ha mostrado que es capaz de todo”, advierte Molina.
Otro sacerdote obligado a huir
Pero en esta cruzada, no solo han sufrido los obispos, también los sacerdotes y misioneros. Muchos han tenido que ir al exilio para evitar una cárcel segura. En la Diócesis de Jinotega, por ejemplo, la feligresía confirmó que otro de sus sacerdote se vio obligado a abandonar el país hace unas horas.
“Hemos querido mantener esto de forma discreta, por la seguridad de sus colaboradores. Sabemos que detrás de esta urgencia para dejar a nuestra comunidad se halla la mano perseguidora del régimen sandinista. Es un abuso”, denunció un comunitario.
“Al padre lo sacan por ser un hombre de bondad, vivimos como los fariseos, llenos de hipocresía. Los fanáticos del régimen hablan Dios, amor y paz, pero sudan odio y lo manifiestan con hechos”, denunció otro feligrés.
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La comunidad jinotegana no olvida que han visto salir del país a religiosos y misioneros como las hermanas de Santa Luisa de Marillac, quienes pertenecían a la Diócesis de Jinotega y fueron expulsadas y confiscadas por el régimen Ortega-Murillo.