Casimiro Sotelo era inocente, pero fue acribillado, acusado de matar a un torturador somocista, un crimen en el que participó Daniel Ortega. La noticia de la detención del ahora dictador en 1967, 16 días después de la masacre contra Sotelo y otros dos jovenes más, fue acompañada de una nota en la que se decía que hizo importantes revelaciones a la OSN y que significó, la captura y asesinato de otros rebeldes sandinistas.
Por: Voces en Libertad- Intertextual/ contacto@intertextualcr.com
Dos voces sandinistas alejados del orteguismo aseguran por separado que Casimiro Sotelo fue masacrado por la Guardia Nacional de Somoza por un crimen que no cometió y en el que sí participó Daniel Ortega. Además, aseguran que la fama de “soplón” del dictador, después de su captura en 1967, tiene sustento.
Moisés Hassan, el antiguo guerrillero urbano de aquel Frente Sandinista, cree que mucho se sabría si los documentos de la antigua Oficina de Seguridad Nacional, OSN, de la Guardia de Somoza, no habrían desaparecido después del triunfo revolucionario de julio 1979.
“Ahí se quemaron muchas verdaderas, que claro, convenía a muchas personas entre ellas Daniel Ortega, que fue su prisionero político por siete años”, señala Hassan, ahora en el exilio debido a la feroz persecución que ha emprendido contra ellos el antiguo compañero de armas ahora devenido en dictador.
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Ortega, capturado un 18 de noviembre de 1967, fue señalado en un artículo periodístico del diario de Somoza, Novedades, publicado el 20 de noviembre de ese año, que la información que facilitó, llevó a la captura de varios insurgentes y al cateo de decenas de casas de seguridad en Managua donde se encontraban otros rebeldes sandinistas.
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Toggle“Eso no se olvida”, dice militante
Recientemente, el dictador revolvió la historia sepultada bajo los 56 años que han pasado, al ordenar el asalto a la Universidad Centroamericana, UCA y cambiarle el nombre por el del guerrillero sandinista masacrado el 4 de noviembre de 1967, en una casa de seguridad de Managua en los años de la rebelión armada contra la familia Somoza.
En “El Carmen” la residencia donde Ortega y su esposa Rosario Murillo habitan desde que también la usurparon a un empresario que ahora desfila como un consejero “a las sombras”, creyeron olvidada la presunción que cayó sobre Ortega, capturado dos semanas después del asesinato de Sotelo y tres jóvenes más; Roberto Amaya, Hugo Medina y Edmundo Pérez, el 4 de noviembre de 1967.
“Creen que la historia ha sido olvidada por este nuevo sandinismo que son un montón de muchachos de barrios pobres que sobreviven de llenar plazas”, dice un militante del llamado sandinismo histórico, que como muchos, lucharon contra Somoza y ahora son vistos a menos por el Frente Sandinista que Rosario Murillo, ha pintado de rosado chicha y otros colores pastel desde que regresaron al poder en 2007.
El militante, que guarda como tesoro una foto blanco y negro en la que se le ve con 40 años menos, pañoleta rojinegra al cuello, un fusil FAL y detrás el antiguo comando La Pólvora de Granada, dice estar decepcionado de todo lo que ve ahora en el FSLN que dirige Ortega y su familia.
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“Nada tiene que ver con lo que fuimos, nada de lo que hacen (Ortega y Murillo ahora) honra la memoria de ningún caído, al contrario, la ofende. Casimiro (Sotelo) se revuelve en su tumba con lo que le hacen a esa universidad. No era una lucha de un grupo de gente, era la liberación de un pueblo de un mandamás. Ahora estamos en las mismas”, critica.
Sandinistas quemaron evidencia del “soplón”
Hassan dice que no tiene la evidencia para acusar directamente a Ortega de “soplón” pero que tampoco las tiene para negarlo. “Es una versión que está ahí, circuló, se dijo que él (Ortega) había suministrado información”, dice el exguerrillero urbano, entrevistado para este reporte.
Hassan reiteró que sospechosamente, a la caída del dictador Somoza, los archivos de OSN fueron destruidos. “Es posible que si esos informes se hubieran conservado mucho se sabría, especialmente sobre qué fue lo que el dictador Ortega en su tiempo de preso político pudo haber informado, porque no fue el único señalamiento que le hicieron”, acusa.
Quien no tiene dudas sobre esa traición que significó la muerte de varios rebeldes sandinistas, es el exfanático de Daniel Ortega y paramilitar confeso Marlon Sáenz, conocido en las filas del sandinismo histórico como “Chino Enoc”. Sáenz, ahora desterrado por el líder que defendió por encima de su misma familia, dice tener claro “lo traidor” que es Ortega. “Yo siempre lo he dicho, por él mataron a Casimiro (Sotelo)”, acusó sin darle vueltas al tema.
Atrapado en su misma telaraña
Ortega se ha asegurado “un saldo rojo” más a sus cuentas por pagar al confiscar la UCA, la universidad que desde hace 63 años dirigía en el país la Compañía de Jesús. El dictador y su esposa, Rosario Murillo, fueron señalados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH de ser los responsables del asesinato de 355 manifestantes tras la rebelión cívica de 2018.
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La mayoría de las víctimas eran universitarios de varias alma mater del país, 27 de las cuales, el régimen de Ortega ha mandado a cerrar desde las manifestaciones en su contra y apropiarse por la fuerza de sus bienes, en una voracidad que supera las acciones confiscatorias que también impulsó en los años 80, en su primer gobierno militar.
A Ortega y sus colaboradores, el grupo de expertos de las Naciones Unidas que investiga la respuesta que dio a las manifestaciones de hace cinco años, lo hacen también responsable de ejecutar contra los opositores, crímenes de lesa humanidad, según un informe que los especialistas que lo investigan, presentaron en marzo pasado en Ginebra como un informe preliminar.
“Lo que pasó con la UCA es una barbaridad”, dice por su lado Hassan, para quien Ortega y Murillo, hace buen tiempo dejaron de ser personas racionales. “Casimiro Sotelo fue un luchador de principios, no estaría de acuerdo con lo que hace esta pareja de dictadores. Es una contradicción que a nadie le hace gracia, solo a sus fanáticos”, señala.
Ortega, quien estudió diez meses en la facultad de derecho de la UCA y vio pronto frustrada sus aspiraciones de convertirse en un hombre de leyes porque desertó de las aulas, celebró que sus hijos se graduaran en esa universidad, pero no pudo controlar su ira contra los jesuitas después de 2018, porque allá se formaron los universitarios que le plantaron cara y exigieron el fin de sus abusos.
Lo que Ortega olvidó, es que esa misma conciencia crítica de los universitarios de abril, fue la que los jesuitas despertaron en universitarios como Camilo Sotelo, que llegó hasta dirigir el movimiento estudiantil de la Universidad Centroamericana y desde ahí con su camisa de universitario, le plantó cara también al dictador Somoza.
“Ahí está el problema que ahora tiene la dictadura”, reitera Hassan. “Casimiro Sotelo era un hombre de principios, un chavalo de verdadero espíritu revolucionario, no un ´cazafortunas´ como lo es Ortega que hace negocios amparado en vender la idea de que es un revolucionario”, señala.
“Además –agrega—nunca pudo desmentir la versión de que entregó información que causó daños y muerte a la guerrilla, ellos mismos (el régimen) se enredan al ensuciar el nombre de un muchacho que murió masacrado porque alguien dijo dónde se escondían y que esa persona que lo dijo, es el mismo que ahora es un dictador, el mismo que vuelve a ensuciar su nombre”, señala.
Ortega señaló a Casimiro como asesino
Lo que se sabe sobre la masacre en la que murió Casimiro Sotelo es que junto a Roberto Amaya, Hugo Medina y Edmundo Pérez, fueron ejecutados por la Guardia Nacional de Somoza a la orilla del lago de Managua.
La dictadura les atribuyó el asesinato del sargento Gonzalo Lacayo, pero ni Casimiro Sotelo, ni Roberto Amaya tenían responsabilidad en la emboscada que le puso fin al militar somocista, que por esa época se granjeo fama de ser un violento torturador del régimen.
Medina, Pérez, Daniel Ortega y otros conspiradores fueron los responsables de la ejecución. Ortega lo admitiría en una entrevista que dio en 1987.
Las versiones periodísticas cuentan que la Guardia de Somoza no dejaría pasar el crimen sin que los gatilleros pagaran con la misma moneda. “Rabiaban” por venganza y cuando supieron donde se hallaban los presuntos responsables, fueron tras ellos y aplicaron la justicia que Somoza les permitía.
Sin que hasta ahora haya una versión diferente a la de la existencia de “un soplón”, la Guardia Nacional llegó al mediodía de ese 4 noviembre a la casa de seguridad en Monseñor Lezcano donde estaban Casimiro Sotelo, Medina, Amaya y Edmundo Pérez. Los mataron.
Jacinto Suárez, excompañero de celda de Daniel Ortega y su amigo personal de años, contó en su libro “En el mes más crudo de la siembra”, que Sotelo cargó con la muerte de Lacayo, lo que terminó salvándolo a él y a Ortega de recibir los 18 balazos con que la Guardia acabó los días del universitario rebelde de la UCA.
Y Suárez, ya fallecido, fue más allá al asegurar que por órdenes de Carlos Fonseca, culpaban a los muertos durante los interrogatorios, con lo que explicaban porque que él y el mismo Ortega, culparon a Sotelo de la emboscada contra Lacayo, en la que el ahora dictador solo bajó del vehículo para rematarlo cuando ya estaba inmovilizado, según los relatos del crimen.
Acusación de “el soplón Ortega” fue pública
La captura de Ortega en el mes que asesinaron a Sotelo fue mencionada en el diario de la dictadura y no de la mejor manera. Según la publicación titulada “Guerrillero capturado da pista a la autoridad”, impresa el 20 de noviembre de 1967, señala que el ahora dictador, colaboró con sus inquisidores.
“Al ser interrogado en la oficina de seguridad, Daniel Ortega, dio una serie de pistas y detalles relacionados con el movimiento subversivo ordenado por la Organización Latinoamericana de Solidaridad, Olas, para Nicaragua”, señala el artículo.
Agrega que “una de esas pistas, condujeron a la captura del extremista Luis Álvarez, perteneciente a la célula comunista que estuvo operando en la ciudad de León. Por la misma información suministrada a la seguridad por el individuo Daniel Ortega, se ha verificado una serie de cateos en Managua y otros lugares de la República en busca de los últimos rebeldes”, se lee en el texto.
Pero el medio de aquel régimen, no fueron los únicos que acusaron a Ortega de “soplón” y responsable de la muerte de otros compañeros de causa. La exguerrillera, ahora opositora, Dora María Téllez, acusó también a Ortega de ser quién suministró información sensible del FSLN que apenas estructuraba la unidad como una sola organización, reveló movimientos de rebeldes en las montañas y el nombre de líderes que operaban en las ciudades.
“Tal vez eso explique porque el comandante sobrevivió siete años en aquella prisión de Somoza”, dice molesto el militante granadino.