A Samir Downs, un cáncer le arrebató la vida. Deja una huella en el corazón de Estelí, una ciudad de la que se enamoró y donde ahora descansa para siempre.
Por: Intertextual/ Voces en Libertad/ contacto@intertextualcr.com
Atender a los clientes como bartender era su especialidad. Educado, ingenioso y divertido, así recuerdan a Samir Arian Downs Wheatley, de 28 años, originario del barrio Teodoro Martínez, de la ciudad de Bluefields.
Fue un joven feliz, decía. Le gustaba lo que hacía porque lo disfrutaba, pero el cáncer le arrebató la vida. Él, junto con su hermano mellizo eran los últimos dos hijos de su mamá Evelyn Eloísa Downs Wheatley. Tenía otros medios hermanos por parte del padre.
Samir era muy activo. Amaba el deporte, era amistoso y trabajador. En su comunidad, los amigos de infancia así también lo describen. Todos dicen que “el joven sembró una huella en el corazón” de muchos compañeros de trabajo.
Desde hace seis años el costeño emigró al departamento de Estelí a dónde descansarán sus restos pese a su origen en la Costa Caribe. El costeño siempre marcó sus cualidades y empatía en aquellos que eran atendidos en sitios nocturnos donde trabajó. Uno de sus primeros lugares de trabajo fuera de su tierra natal fue una tabacalera de puros, luego entró a distintos sitios para los que fungió como mesero y bartender. “Era muy conocido por su hospitalidad, su carisma para tratar al cliente de lugares donde trabajó”, señala un esteliano que lo conoció.
Cáncer, detectado hace dos años
Samir se mudo a Estelí hace unos 10 años atrás. Su último trabajo fue en Bar Bliss de Estelí, a dónde era muy popular y amado por los clientes y quienes tuvieron la oportunidad de conocerlo. Práctico deporte de calles en su barrio, donde se destacó siempre. “Si, Samir era buen jugador”, dice un amigo de barrio.
“Una de sus cualidades más fuertes, era el hacer amistades en todas partes”, señala su prima Joselyn Downs. “Siempre lo vamos a recordar como un joven activo, a quién le encantaba el deporte. Algunos lo recuerdan como un hermano que no tuvieron, y otros como su ´carnalito´ a como le decían de cariño”, señaló la pariente.
“Nos duele su partida, fue un chico alegre, se robó el corazón de muchos estelianos que lo visitaban en su centro de labores. El muchacho tenía algo único y propio. Él escuchaba una rola y se ponía a bailar como el costeño que era, los bailes exóticos que hacía transmitían una energía positiva. La gente hasta decían; vamos al bar del costeño bailarín, porque mientras atendía una mesa sonreía, bailaba y muy amistoso se ganaba la confianza y empatía de los visitantes de aquel lugar donde él era un trabajador más”, relató un cliente que lo conoció. “Que en paz descanse este joven carismático”, agregó.