Por: Redacción Intertextual/ contacto@intertextualcr.com
Por las calles del casco antiguo de la bimilenaria ciudad de Zaragoza en España, nos encontramos a Rosa Ruiz y Kathy Ortega, dos chicas que después de muchos años y enfrentar muchas barreras han salido adelante, unidas y caminando de la mano, se apoyan y van dejando a un lado los prejuicios y discriminación que un día vivieron en Nicaragua, su país de origen. La historia de estas dos chicas lesbianas se erige como un símbolo de fortaleza y amor ante los desafíos que se encuentra la comunidad LGBTIQ+ en Nicaragua.
El enamoramiento de esta pareja surgió desde el 2009, cuando en aquellos tiempos en Nicaragua se mandaba números a un canal de televisión con el fin de buscar amistades. Ellas encontraron el amor en esa dinámica televisiva y nos cuentan que sintieron química desde el primer día a través de mensajes de texto y después en persona se gustaron más. «Su voz, su mirada y su ser me atrajo más de ella» dice Rosa, quien fue quien tomó la iniciativa para enamorar a quien es su novia el día de hoy.
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En la sociedad nicaragüense que todavía lucha por aceptar y valorar la diversidad, Rosa y Kathy nos comentan que sufrieron mucha discriminación y estigma, por parte de familiares, vecinos y la población. Desde pequeña Rosa recuerda que le ponían apodos y fue víctima de malas miradas, también llegaba a oídos de su madre cosas que muchas veces no había hecho, con el fin de que la castigara. Por su parte Kathy dice que en su familia siempre fue aceptada, pero el principal problema era con los vecinos que la acosaban para «dejar de ser lesbiana».
Costureras y bordadoras de profesión estas chicas compraron un terreno en Nicaragua, para cumplir su sueño, construir su casa, pero muchas veces el dinero no llegaba para cumplir esta meta, así que un día Rosa decidió emigrar a España y después de trabajar como interna cuidando ancianas, logró culminar su casa, aunque extrañaba a su pareja, así que un día decidieron que también Kathy migrara a España, donde también se desempeña como cuidadora.
Estas valientes mujeres se enorgullecen de su identidad y de cómo la sociedad española las trata. Han superado la discriminación y la intolerancia, encontrando en su nuevo hogar un ambiente enriquecedor y comprensivo. Se sienten libres y tranquilas, sin la constante preocupación de ser juzgadas o excluidas por su orientación sexual; las jóvenes coinciden que en Nicaragua no se sentían ellas mismas, siempre tenían que tener una doble cara y cuidando del que dirán los demás.
Hoy aconsejan a las y los jóvenes que sean ellos mismos, «descubran lo que les gusta y vivan libres y sin miedo, que poco a poco se vayan empoderando y aceptándose tal y como son para no pasar por lo mismo que nosotras vivimos.» Comentan que parte de sentirse seguras y seguros de sí mismos, es «no hacer caso a las habladurías y chismes que comenta la sociedad; siempre hablen con personas de confianza y encontrar el apoyo de la familia y de personas comprensivas», sostiene la pareja.
Esta historia es un recordatorio de que el amor siempre encuentra su camino, incluso en medio de la adversidad. Estas dos chicas lesbianas son un ejemplo de valor y perseverancia, inspirando a otros a luchar por la igualdad y el respeto. Su historia recuerda que todos merecemos vivir en una sociedad donde la diversidad sea celebrada y el irrespeto sea erradicado, «algo que lamentablemente en Nicaragua no se podrá hacer a corto plazo», afirman las chicas.
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En un mundo que aún tiene mucho camino por recorrer en términos de igualdad y aceptación, la historia de estas dos chicas nos invita a reflexionar y a trabajar por un futuro en el que todos y todas podamos vivir libres de prejuicios y discriminación y a todas las personas que pasan por lo mismo a seguir su ejemplo, donde el amor y la diversidad sean celebrados en todas sus formas y puedan vivir libres.