Por: José Alberto Montoya/ contacto@intertextualcr.com
Lo mejor que ha hecho el comandante Ortega es haberse sabido vender, llegando a ser como un rockstar de la izquierda latinoamericana, el hombre que en sus discursos nunca podían faltar las palabras: pobres, trabajadores, obreros y campesinos.
Sin embargo, es importante destacar la metamorfosis no tanto en discursos si no en acciones que ha tenido Daniel Ortega de candidato a presidente. El mismo hombre infaltable en las huelgas del Frente Nacional de los Trabajadores que se presentaba los primeros de mayos con mortero en mano durante los quince años que fue opositor, se convirtió en la persona que institucionaliza un matrimonio entre la empresa privada y el Estado, trayendo como único resultado, una mayor neoliberalización del país.
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La clase trabajadora ha sido la principal perjudicada, sobre todo en uno de los países con mayores cifras de empobrecimiento en las Américas. Según el Instituto Nacional de Información de Desarrollo INIDE, la canasta básica ronda los C$ 19´000 convirtiéndose en el costo más alto en la contemporaneidad económica en Nicaragua, agravándose si se toma en cuenta que el salario mínimo sigue estando alrededor de C$ 7´000, es decir, el salario mínimo ni siquiera es la mitad del costo total de la canasta básica, sin contar el pago de servicios públicos.
En enero del año corriente, el Ministerio del Trabajo anunciaba con bombos y platillos el incremento salarial para las personas trabajadoras de las zonas francas del país, como un triunfo del nuevo acuerdo tripartito (Estado, sindicatos, sector empresarial). No obstante, ese incremento no supera los C$600 de tal manera se anunció un incremento no mayor a $20.
Este tipo de acciones por parte de la dictadura solo vienen a continuar con las políticas de revictimización a la clase obrera, un sistema que se profundiza desde el estallido de la crisis sociopolítica y la mala gestión de la crisis sanitaria del COVID – 19. El deterioro económico del país corre un riesgo de más decrecimiento, el país no ha logrado captar mayor inversión extranjera y la empresa nacional se ha vuelto víctima del sistema autoritario con el cierre del Consejo Superior de la Empresa Privada COSEP y todas sus cámaras.
El cierre y expropiación de las más de 3,000 organizaciones no gubernamentales ha dejado sin el sustento básico y pilar a centenares de familias que eran colaboradoras de la sociedad civil ilegalizada. Esto sin mencionar el reciente éxodo hacia Estados Unidos, Costa Rica y España que han vivido miles de nicaragüenses.
Rosario Murillo desde sus religiosas exposiciones diarias ha condecorado a las personas trabajadores ambulantes como “protagonistas de la economía creativa”. Esos protagonistas que menciona la vicepresidenta son la niñez que en cada semáforo de Managua se encarga de limpiar vidrios de automóviles; las personas adultas mayores que empujan un carrito de eskimos; o las madres y los padres que para generar algún ingreso tienen que comprometer sus vidas a una maquila alejadas y alejados del crecimiento y cuido de sus hijos.
El eslogan de la campaña presidencial de 2006, el “Arriba los pobres del mundo” sigue siendo una utopía que el candidato no pudo cumplir como caudillo.