Muchas ni siquiera han podido vivir su duelo y viven lejos de las tumbas de sus hijos. Otras sufren en casa, solas, porque el resto de su familia vive en exilio forzado. Aseguran que solo viven, para ver el castigo de los asesinos.
Por: Intertextual/ Voces en Libertad/ contacto@intertextualcr.com
Cinco años han pasado desde que la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo asesinó a más de 300 jóvenes que participaban en la denominada: Rebelión de Abril de 2018. La justicia no ha llegado, mientras las madres y padres de las víctimas tampoco han podido vivir su duelo en paz.
Las Madres de Abril (AMA), a cómo se les conoce, han tenido que cargar en silencio el duelo por la pérdida de sus hijos; la ruptura de sus familias por el exilio forzado, la persecución y asedio de parte de la dictadura y sus cómplices.
Francisca Machado, mamá de Franco Valdivia, el estudiante de derecho y cantante de rap, asesinado el 20 de abril en el parque central de Estelí cuando participaba en una concentración cívica, confiesa que se siente “sola en Nicaragua”. Desde 2018, Francisca ha enfrentado con dolor la desesperanza y soledad. Sus únicos dos hijos, no están a su lado. Franco fue asesinado y Francis, su hija, está exiliada para resguardar su integridad ante la persecución.
“Después que le arrebataron la vida a mí hijo, ha sido un gran dolor, una pérdida irreparable. La familia se destruyó, se desplazó, todo cambió completamente.(…) La misma persecución que vivimos es algo muy doloroso, porque ese duelo tengo que estarlo viviendo sola, porque las personas que tienen el deseo de acompañarme en esos momentos, no pueden por la misma represión que hay”, expresa Francisca.
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ToggleNo han podido vivir su luto
En cada aniversario del asesinato de Franco, desea celebrar una misa, rezos y visitar la tumba en tranquilidad. Pero no ha sido posible por el asedio permanente que vive, que no le permite siquiera ir a la tumba con quienes la acompañan en su dolor.
“Ni al cementerio podemos ir tranquilos. El año pasado, el 2 de noviembre me fuí al cementerio y estaban paramilitares ahí cerca de la tumba de Franco, tomando foto, vigilando, viendo qué hacíamos e igual tomándole foto a todas las personas que llegaban a visitar la tumba y también a ver quién llegaba a visitarlo”, detalla Francisca.
Aun en ese proceso de duelo, la impotencia y el dolor, hay fuerzas para seguir demandando justicia. “Nosotros no nos cansaremos de exigir justicia, creo que hasta el último aliento, seguiremos exigiendo justicia por nuestros hijos asesinados. Justicia serán mis últimas palabras”, reivindica.
El duelo en exilio
A ese grito de denuncia se suma Martha Lira, madre de Ezequiel Mendoza, el joven de 22 años asesinado en el barrio Oronte Centeno en Tipitapa, el 14 de junio de 2018, cuando los paramilitares, junto con la policía, llegaron a levantar los tranques y reprimir a los lugareños.
Ella, desde antes de 2018, había migrado a Costa Rica por razones económicas y con frecuencia viajaba a Nicaragua, pero después del asesinato de su hijo, teme regresar al país por la persecución que el régimen le impone al demandar justicia por el asesinato.
“Ha sido una lucha de espera incansable. Ya son cinco años y no hemos visto avance o muy poco avance en todo el contexto. Para mí ha sido difícil porque prácticamente soy refugiada a raíz de todo esto. Forzosamente estoy refugiada, porque no puedo ir tranquilamente a Nicaragua a ver a mí familia, ni visitar la tumba de mí hijo. Para mí ha sido difícil y duro, porque no puedo pasar tiempo con mi madre”, expresa Lira, con la voz entrecortada.
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Esa incertidumbre de impunidad, el dolor de perder a un hijo y no tener la libertad de ir a visitar a su familia le ha desarrollado enfermedades crónicas. “Muchos padres y madres están enfermos. En el camino de estos cinco años algunos padres ya no están con nosotras. Ya son cinco años y no hemos visto resolución en toda esta búsqueda de justicia,” afirma Lira.
Ni siquiera demandar justicia
Las madres aseguran que en Nicaragua, no existe voluntad de darle seguimiento a estos casos. “Se encuentran engavetados”, coinciden Martha y Francisca. Presentarse a la Fiscalía a preguntar por el avance de las investigaciones supone un riesgo de ser arrestadas. Por ello, es que la denuncia la hacen pública y ante organismos internacionales para dejar antecedentes.
La Asociación Madres de Abril han denunciado la retardación de justicia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ante el Mecanismo Especial para el Seguimiento en Nicaragua (Meseni), ante el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), así como ante organizaciones locales pro derechos humanos de distintas naciones.
“Los expertos pueden dar la resolución de algo, pero otra cosa es que el Estado ceda o reconozca que ha cometido crímenes de lesa humanidad. Todo eso es frustrante y no sé si estaré cinco años más”, reciente Lira.
La Asociación de Madres de Abril (AMA), que integra a madres y familiares de los 355 jóvenes asesinados en la rebelión de 2018, mantienen firme su demanda de justicia, memoria y no impunidad. “Lo que me mantiene en pie es la esperanza y confianza en Dios siempre de que voy a tener justicia algún día aunque sea lo último que haga en esta tierra. En cualquier parte, en cualquier medio o cualquier ocasión que tenga, seguiré pidiendo justicia para mí hijo Franco”, resalta Francisca.
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En años anteriores, AMA ha llamado al pueblo de Nicaragua a “derribar el muro de la impunidad absoluta” e insisten que las medidas represivas del régimen no sepultan la voluntad de resistencia y sed de justicia por sus hijos.
Para este año, tienen previsto emitir un comunicado en conmemoración al quinto aniversario del asesinato de sus hijos, realizarán misas y plantones en los países donde está concentrada la diáspora nicaraguense, dado que en Nicaragua están restringidas todo tipo de concentración.