Los nicaragüenses migran a un tercer país: De España, Costa Rica y Panamá al “sueño americano”

La inflación, el desempleo y la falta de regularización son factores claves para que nicas radicados en España, Costa Rica y Panamá migren nuevamente rumbo a Estados Unidos.

Por: Intertextual-Voces en Libertad/ contacto@intertextualcr.com


El flujo migratorio de los nicaragüenses hacia otros países se engrosó significativamente con la crisis sociopolítica de 2018. Las largas filas en la Dirección de Migración y Extranjería en búsqueda de pasaporte, el repunte de solicitudes de asilo en el exterior y el aumento de la llegada de remesas, son evidencias de este fenómeno migratorio.

Costa Rica, Panamá, España y Estados Unidos han sido los principales destinos migratorios para el nicaragüense, aunque esta dinámica de residencia o establecimiento experimentó un ligero cambio entre 2021 y 2022.

Nicaragüenses radicados en Panamá, Costa Rica y España abandonaron estos países y emprendieron viaje a Estados Unidos, casi en su mayoría de forma irregular. Los datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, registran que a finales de noviembre del año pasado más de 180 mil niñas cruzaron a ese país.

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Yesica, una mujer migrante que opta por el anonimato, se encuentra en este grupo de personas que migraron a un tercer país. Ella tenía residencia española y estaba a punto de hacer la solicitud de nacionalidad, pero cambió eso por el viaje a Estados Unidos, donde asegura que gana más dinero y le permite ahorrar más en menos tiempo.

La receptividad de migrantes nicas en Estados Unidos abrió la posibilidad de que muchos nicaragüenses dejaran la ruta de “estabilidad” que iban construyendo en España y Costa Rica para buscar mayores ingresos económicos. Empujados por los efectos de la inflación que provocó la pandemia del coronavirus y la guerra entre Rusia y Ucrania. Su dinero ya no tenía el mismo valor, el presupuesto previsto para alimentarse no les alcanzaba para finalizar el mes.

“Yo viví años en España, con 150 euros comía todo el mes. Pero ya en los últimos dos años que estuve ahí todo cambió para mal. La comida encareció, el alquiler y los servicios básicos. Entonces con lo que ganaba no podía mantener la carrera de mí hijo menor que está en Nicaragua. Él estudia odontología y eso es mucho dinero. Agarré valor y acepté la propuesta de irme a los Estados, donde unos familiares que ya estaban ahí. Pues, ahora gano el doble y puedo mandar sin apuros. Aunque a cómo se gana se gasta, pero es otra cosa”, relata Yesica.

Admite que ahora está en un estatus migratorio irregular, pero espera poder quedarse por cinco años y luego regresar a Nicaragua con su familia.

Europa no es fácil

Otra nicaragüense que cambió su destino de migración es Cristina de 32 años. Por cinco años vivió en el País Vasco, al norte de España. En ese periodo no logró regularizar su estatus migratorio porque no encontró quien le hiciera un contrato de trabajo, principal requisito para tramitar el arraigo social, que permite residir y trabajar, pero sobre todo acceder a sus derechos humanos básicos.

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“Desde que llegué a España les trabajé a la misma familia que me dijeron que cuando tuviera el tiempo necesario me iban hacer papeles, pero a la hora de llegada se echaron para atrás. Después dejé ese trabajo para buscar otro donde sí me hicieran papeles, pero se me hizo imposible. En ese lapso dije: me voy a Nicaragua allá veo que hago, y fue cuando cayó la pandemia que me dejó dos años más ahí y lo peor sin trabajo fijo”, relata Cristina con una voz pasiva.

Estar de forma irregular en España la mantenía relegada a labores con salarios precarios y sin derecho a gozar de las prestaciones de ley. Además de no tener la esperanza de continuar especializándose en el área de la estética, profesión que había aprendido en Nicaragua, pero que pretendía adquirir nuevas técnicas para desarrollarlas en el spa que pretende instalar en su natal Somoto.

“Después del Covid la cosa quedó más fea. Mi marido tampoco pudo hacer papeles, cosa que para los hombres es más difícil. Entonces él me convenció de que nos fuéramos a los Estados Unidos para que termináramos la casa que estamos construyendo”, relata Cristina.

Aún no convencida de emprender ese viaje irregular a Estados Unidos, regresaron a Nicaragua. Dos meses antes de salir al norte de América se casaron y salieron con la ilusión de trabajar tres años y regresar a disfrutar de su casa, pues pretenden tener hijos y están claros que el estrés laboral que carga un migrante no les dará las condiciones que aspiran.

“Yo nunca me imaginé venirme a Estados Unidos, no estaba en mis planes. El viaje es muy duro, pero duro en todo el sentido de la palabra. Aguantas hambre, pasas miedo, incertidumbre. Son cosas que solo el que viaja lo sabe. Pero después de todo eso, valió la pena”, dice Cristina desde una ciudad del Estado, La Florida, en Estados Unidos.

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Y el “valió la pena”, se refiere a la mejora económica que su salario de 1,100 dólares equivalente a un mes de trabajo como cuidadora del hogar en España lo obtiene en 12 días, como ayudante de cocina en Estados Unidos. Ahora, asegura que terminará de construir su casa y comprará equipos para su negocio.

La diferencia del sueño europeo y el sueño americano es la forma de vivir, que aunque gana más dinero en Estados Unidos la movilización a su centro de trabajo y el idioma son sus preocupaciones, además que la atención médica no es gratuita. Pero lo que ve como punto a su favor, es que para trabajar no le piden documentos y puede desarrollarse en áreas laborales masculinizadas.

Entró con un permiso migratorio que es válido por dos meses, y luego tendría que sacar una cita para renovarlo, pero a la fecha no ha logrado sacar cita para hacer ese trámite. “Realmente no me preocupa mucho sacar papeles porque no me pienso quedar aquí, si en España se supone que es más fácil y no pude. Aquí no me haré ilusiones con eso”, nos afirma Cristina, mientras viajaba en bus a casa de otra nicaragüense a quien le haría un masaje relajante, otra entrada económica que suma a su meta.

Ahora a Nicaragua envía 1,500 dólares mensuales, lo cual cuadruplica el monto promedio de envíos de Estados Unidos a Nicaragua que alcanza los 300 dólares, según el informe del III Trimestre de remesas en 2022, dato más actual del Banco Central de Nicaragua (BCN).

Esa participación de Estados Unidos en el pastel de las remesas ha “engordado a Nicaragua” en los últimos dos años y es una tendencia que se mantendrá a mediano plazo, advierten economistas consultados que por temor a represalias optan por no brindar su nombre.

“Las remesas recibidas en el trimestre tuvieron como principales fuentes de origen Estados Unidos, al representar el 78.8% del total, seguido por Costa Rica (7.7%), España (7.5%), Panamá (1.8%), y Canadá (1.0%), entre otros”, detalla el BCN.

De Panamá a Estados Unidos

Isayana, era una de esas migrantes que sostienen ese crecimiento de remesas a Nicaragua, lo hizo por cuatro años desde Panamá. Pagó todo el trámite para regularizarse en este país y trabajar de estilista. Recogió un capital porque pretendía establecer un salón de belleza en Managua, lo intentó, pero en seis meses, el ahorro de cuatro años se esfumó. No fue rentable. Retornó a Panamá para reunir el dinero para el pago del coyote que la llevaría a Estados Unidos, donde la esperó su hermano mayor.

En diciembre de 2022 entró a tierra estadounidense, un día antes de que se anunciara el cierre del paso a los nicaragüenses.Trabaja en un salón de belleza y admite que le gustaría quedarse por un buen tiempo en ese país, aprender el idioma y mantener a su madre que está en Nicaragua. Cuando estaba en Panamá su remesa era de 100 dólares mensuales. Hace un mes que está en Miami y logró mandarle 400 dólares.

“Esa cantidad significa más de 30 horas de mi trabajo. Dinero que cuesta ganarlo, y sí que cuestan, en cada país es diferente la cosa. Pareciera mucho dinero, pero lo triste es que es lo justo para que llegue a fin de mes con la comida. En Nicaragua todo está caro”, reflexiona resignada Isayana.

Costa Rica, un destino de subsistencia

Daniela de 37 años vivió por 14 años en Costa Rica, allí nació su segunda hija. Trabajó como mesera, ayudante de cocina y asistente del hogar. Sus ingresos solo le permitía pagar el alquiler de la casa, la comida, la educación de su hijo mayor en Nicaragua y los 100 dólares mensuales que garantizaba a su madre. Ahorrar y comprar una casa propia en Nicaragua era un sueño que sentía que a medida que pasaban los años se alejaba.

“Me fuí a Costa Rica para poder mantener a mi hijo. Luego tuve otra y el gasto era mayor. Siempre he querido tener mi casa, pero lo que ganaba no pasaba de 400 dólares mensuales de los cuales 160 daba para alquiler. Aparte la comida, las remesas, el transporte y cosas que van saliendo en el camino a veces ni ajustaba el mes”, cuenta Daniela.

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Tenía estatus migratorio regular en Costa Rica, pero eso no le permitió el acceso a un crédito hipotecario para alcanzar su sueño. “Yo sentía que estaba viviendo el día a día, la juventud y los mejores años de mí vida estaban pasando y no me acercaban a mi meta”, agrega.

En 2021, cuando cientos de nicaragüenses empezaron a salir rumbo a Estados Unidos, tomó la decisión de regresar a Nicaragua y junto a su hijo mayor emprendieron el viaje del “sueño americano”. Su hija se quedó en Nicaragua bajo la responsabilidad de su madre.

“Un tío me prestó el dinero para viajar con mí hijo, todo iba bien hasta que llegamos a México. El coyote nos dejó tirados y pasamos días feos hasta que por nuestros propios medios logramos acercarnos a la frontera con Estados Unidos”, relata mientras los ojos se llenan de lágrimas y aprieta los labios para que no se le quebrante la voz.

En noviembre de 2021, llegó a suelo americano. Dos meses después de salir de Nicaragua. Ahora está radicada en Miami. Trabaja en el sector de la construcción y sus ingresos le permitieron pagar la deuda de 8 mil dólares por su viaje y el de su hijo en un periodo de seis meses. Después de eso se ha enfocado en ahorrar para una casa en Managua.

En 2022 las remesas en Nicaragua aumentaron en 50% con 3,224.9 millones de dólares frente a los 2,146.9 millones de dólares que percibieron en 2021, registra el BCN. Esa curva en positivo se ha mantenido a lo largo del año. Estados Unidos ha aumentado el monto promedio de envío, mientras que España registró una baja, influenciado por la caída del euro frente al dólar y por la precarización laboral que sumerge a los migrantes.

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