Hasta el mes de septiembre de este año, había 642 mil 397 nicaragüenses viviendo en Estados Unidos, Costa Rica y España, todos y todas huyen de la represión y la falta de trabajo.
La migración de nicaragüenses va en aumento, las familias se están separando, no hay escapatoria para resolver situaciones. Ana enfrentó el peor momento de su vida y el que jamás pensó vivir.
Tiene 28 años y hace diez, le juró a su primer bebé que moriría antes de dejarlo solo alguna vez, lo mismo que hizo cuando nació su segundo y su tercer hijo, pero las circunstancias que vive Nicaragua, le hizo romper la promesa. Hace unos días con una sonrisa nerviosa y un abrazo que deseó fuera eterno, se despidió de sus hijos en el aeropuerto internacional de Managua.
En la pista, lo esperaba un avión que la llevaría a Estados Unidos, a donde miles de nicaragüenses han ido en busca de oportunidades. A ella, recientemente, le aprobaron el Parole Humanitario, el beneficio otorgado por el gobierno de Joe Biden para ciudadanos nicaragüenses y de otras nacionalidades.
Lea: Costa Rica traslada 14,000 personas migrantes en operativo controlado con Panamá
Antes de marcharse, Ana les explicó a sus hijos que se iba del país para garantizarles una mejor vida. Ante el llanto de los pequeños, los consoló con la promesa que los llamaría todos los días, que tendrían frecuentes videollamadas y que desde ese momento en adelante, nada les faltaría. Lo más importante que les dijo, es que pronto regresaría.
De viajar muchos aprendieron que es una actividad alegre. El que se va, se va con ilusión de conocer lugares, vivir otra vida. El que se queda, espera alguna vez ser el próximo. Pero en los últimos meses, las despedidas diarias en el aeropuerto “Augusto C. Sandino” de la capital, es escenario de despedidas tristes. Los que se van, huyen de la crisis sociopolítica, de la falta de oportunidades en el país que los vio nacer y se van sin la certeza de que les vaya bien y sin una fecha definida para su retorno.
Familias en Nicaragua “en pedazos”
El país dejó de ser lo que era hace más de cinco años, lo que empeoró con el levantamiento social de abril de 2018, que exigía el fin del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, atornillados al poder desde el 2007 y sostenidos ahora solo por la armas, la violencia y los abusos contra los ciudadanos. Pensar diferente a ellos en Nicaragua es sinónimo de cárcel, reclamar por la carestía de la vida, la falta de empleos o por los pésimos salarios del país lo colocan a uno al filo del secuestro, desaparición forzada, prisión y penas inverosímiles de entre 9, 13 y hasta 26 años.
Para comer tres tiempos y pensar en el futuro de los niños, adolescentes y jóvenes, a los nicas sólo les queda un camino: migrar. Eso explica porque miles han hecho maletas y se han ido con hijos o sin ellos. Las consecuencias son visibles: hijos pequeños que quedan con abuelos, hijos mayores que dejan a sus padres, padres que dejan a sus esposas solas con los niños y solo con la esperanza de que días mejores vendrán aunque él no esté en casa.
Lea: La erradicación de la pobreza y las brechas de desigualdad hacia las personas migrantes
Para el psicólogo Milton Pérez, las migraciones dejan serias afectaciones psíquicas, afectivas y socioafectivas en los hijos de padres migrantes. Señala que serán graves o menores, en dependencia de la edad. “Entre más pequeños, vivirán estas separaciones de una manera más intensa y significativa, e incluso, para ellos puede significar que se sientan abandonados”, advierte.
El experto señala que es difícil que una tía, una abuela u otro familiar cercano, compense el vacío y la ausencia que deja una mamá o un papá en los niños, por más que se esfuercen. “Los hijos, en algún momento, van a vivir situaciones de crisis, en donde van a necesitar el apoyo y la asistencia de sus padres. No es lo mismo que tu mamá o tu papá te den un abrazo, te mire a los ojos y te diga que todo va a estar bien, a que te lo digan por teléfono o por videollamada, nunca va a ser el mismo impacto que tenerlo físicamente”, explica.
Efectos significativos
Otros especialistas dijeron para este reporte, que en sus consultorios están viendo este tipo de casos con más frecuencia que en el pasado. Pérez lo confirma. Cuenta que en los últimos meses, ha atendido un buen número de casos relacionados a la separación por migración.
“He encontrado que los niños, niñas y adolescentes, presentan serios problemas de conducta, padecen un impacto emocional, debido a los cambios drásticos a los que se enfrentan”, dice el psicólogo.
“Lo que sucede con los chavalos que se crían con algún familiar –agregó el experto– es que ellos no se sienten parte de ese núcleo, se sienten ajenos, porque no es lo mismo tener tu papá y tu mamá, tener tu casa, tu espacio, tu cuarto, que estar en otra casa”.
Puede leer: Migrantes de Venezuela mendigan en calles de Estelí para poder comer
El experto recuerda que el menor se encuentra de un día a otro con otra familia, “que tiene sus propios valores, que tiene sus propios estilos de vida, sus propias costumbres, sus propias creencias, sus propias prácticas y también su propio modo de educar. Entonces eso genera otro malestar a nivel emocional, a nivel conductual”, manifiesta.
Para ese tipo de problemas, el psicólogo recomienda que los padres que se han ido se comuniquen lo más que puedan con los hijos y que se les permita expresar sus emociones, su tristeza, su molestia. “Esa comunicación aunque sea en línea evitará que se rompa esa conexión familiar a pesar de la distancia”, agregó.