Esta mujer tiene su agenda llena todo el año. En algunos municipios, sus pobladores ya la esperan con su venta tradicional. Dentro de las festividades a las que nunca faltan se cuentan la de La Trinidad, en Estelí, en Quilalí y de Wiwilí, en Nueva Segovia.
Por: Intertextual/ Voces en Libertad/ contacto@intertextualcr.com
Cuando Beatriz Quintana era una niña, su madre de crianza Evelia Vargas, la enviaba a clases con la esperanza de que lograra una profesión para que se ganara la vida. Ella estaba convencida que había nacido para los negocios y nunca concibió la idea de trabajar para alguien, así que decidió emprender por su cuenta desde que era adolescente.
Señala que cumplir con jornadas laborales de horas determinadas no era lo suyo. “Me gusta hacer mis horas de trabajo”, dice para este reporte. “Recuerdo que en el patio de mi casa, en la colonia Miguel Gutiérrez, había varios árboles de mango y la cosecha se estaba cayendo, entonces le dije a mi mamá: voy a ir a venderlos al barrio, tomé un cuchillo y comencé a pelarlos. Los vendí todos”, relata.
Al ver que la venta fue exitosa se sintió feliz y orgullosa, pero más que eso, supo que para eso había nacido, para las ventas. “El dinero que obtuve de esa venta se lo entregué a mi madre y desde entonces, vi que el negocio era una manera rápida para alcanzar dinero”, relata esta luchadora ahora de 37 años de edad.
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Cuando cursaba el segundo año de secundaria, abandonó las aulas de clases y decidió emprender el negocio que ejercía su mamá biológica, Carmen Quintana, quien se dedica a la venta de palomitas de maíz, algodón de azúcar y manzanas en miel, productos que vendía en las diferentes fiestas patronales de Nicaragua.
“Al inicio sentía pena que mis amigos del colegio me vieran en las ferias o fiestas patronales vendiendo estos productos, pero al final comprendí que era un trabajo digno para ganarme la vida. En el barrio René Cisneros, mi familia es conocida, como ´los toreros´, porque más de cincuenta personas dependemos de este negocio viajando a la mayor parte de las fiestas patronales de Nicaragua”, enfatiza la emprendedora.
Un trabajo con muchos sacrificios
Al inicio de su vida laboral, Quintana laboró como asistente del hogar y hasta en un supermercado, pero los ingresos que obtenía cada mes eran insuficientes para cubrir los gastos del hogar y el sustento de las dos hijas que llegaron pronto, por lo cual decidió dedicarse a la venta de algodones de azúcar, palomita de maíz y manzanas en miel.
“Lo duro de este negocio, es que te ves obligada a abandonar tu hogar hasta por dos meses, y dormir a la 1:00 de la mañana en una hamaca o colchoneta en el piso, porque no tenés el suficiente dinero para pagar un hotel o algún hospedaje. Al final, tenés que fajarte con ánimo, porque es la manera que uno escogió para ganarse la vida de manera honrada, sin tener que hacer daño a ninguna persona”, mencionó Beatriz.
Esta mujer conoce la mayor parte de las celebraciones de las fiestas patronales de Nicaragua, y en algunos municipios, sus pobladores ya la esperan con su venta tradicional. Dentro de las festividades a las que nunca faltan se cuentan la de La Trinidad, en Estelí, en Quilalí y de Wiwilí, en Nueva Segovia.
En este mes de julio, tiene previsto viajar al municipio del Sauce en el departamento de León. En su agenda también ha incluido viajar a las ciudades de Chinandega, Nandaime, Nindirí o Niquinohomo, donde los lugareños celebran sus fiestas patronales en honor a Santa Ana.
“En este último año, donde no se permite realizar las tradicionales procesiones de la imagen de los santos patronos, los vendedores ambulantes estamos visitando las ferias, para poder vender nuestro producto”, enfatizó.
Contenta con sus logros
Beatriz admite que su madre de crianza Evelia Vargas, nunca quiso que ella llevara una vida de comerciante ambulante como lo hace, pero su hermana Margarita Vargas, quien falleció en diciembre del 2022, siempre la motivó para que no quedara atrás y siguiera adelante en su proyecto de vida.
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Esta mujer luchadora, es dueña de su propio emprendimiento, ya compró una máquina para hacer algodón y tiene una cocina para freír papas y el pollo. “Uno debe ser agradecido con lo que tiene en esta vida, gracias a Dios tengo una manera digna de ganarse la vida y sueño con seguir creciendo y comprar una casa y mi camioneta para seguir viajando a los departamentos”, resaltó Beatriz Quintana, quien espera seguir en el negocio de generación familiar que inició su abuela materna.
