El servilismo no los ha salvado de la furibunda ira de la dictadura Daniel Ortega y Rosario Murillo: han caído ministros, periodistas, comisionados, generales, funcionarios, magistrados, jueces, alcaldes y hasta familiares cercanos a la dictadura familiar Ortega-Murillo.
“Saturno se come a sus hijos”, dice con un estilo mordaz e incisivo, el periodista exiliado Luis Galeano en su programa de Youtube, al comentar las purgas internas que en los últimos días han sacudido las filas de organización Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
No es el único que lo advierte. Con un tono irónico que muchos no logran asimilar, el abogado exiliado y exadministrador judicial Yader Morazán, remueve con malicia las purgas internas del FSLN.
“Partiendo de la renuncia y exilio del exmagistrado Rafael Solís, pasando por la renuncia y denuncia internacional de Arturo McFields, continuando por la suspensión de facto de la Alba Luz Ramos y demás magistrados de la CSJ y terminando por la destitución sin proceso ni liquidación de los cientos de trabajadores del Aparato Judicial, ¿Será que ya podemos empezar a hablar de la famosa implosión? Las fisuras del FSLN es una realidad, no una opinión”, observa.
Y aún echa más sal a la herida: “Ya empezaron a tocar a los allegados y beneficiados del Ejército y vieja guardia ¿Será que ya podemos empezar hablar de implosión? Porque esa politiquería por figureo nos cansa a todos por igual…”.
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ToggleDel rosa fucsia y las multitudes a la paranoia de Daniel Ortega y Rosario Murillo
Y es que el 45 aniversario de la fiesta partidaria sandinista del 19 de julio de 1979 encuentra a la dictadura del caudillo de 79 años, Daniel Ortega, y su cruel pareja Rosario Murillo, anciana de 73, en guerra abierta contra su militancia y principalmente contra los sobrevivientes a la guerra civil que los llevaron al poder.
“Dictadura celebra 19 de julio con furia, despidos y arrestos. Ha caído la vicecanciller Arlette Marenco y su esposo, ambos visitan El Chipote. Así celebran la Robo-lución”, escribió Arturo McFields, exembajador de Nicaragua ante la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Los hechos de los últimos dos años, y principalmente los de junio y julio de este 2024, no dejan a lugar a dudas que la fiesta partidaria encuentra a la vieja militancia del FSLN “arrinconada y encachimbada”, dice el exiliado Marlon Sáenz Cruz, alias Chino Enoc, quien hasta 2018, era radical defensor de Ortega y furibundo detractor de Murillo.
Desde el destierro al que fue enviado en 2023 por Ortega y Murillo, Sáenz considera que este 19 de julio no tiene ningún valor histórico, más que el hecho de que pueda ser el último en vida de Ortega o Murillo.
“Hay un hecho real, cualquier de ellos puede morir pronto por enfermedad, ya que la edad no perdona y en el caso de Rosario, su paranoia la está matando en vida. Esa mujer se alimenta de odio y el odio mata”, advierte.
El veterano exguerrillero considera que tanto Ortega como Murillo viven temerosos de que cualquiera de los más cercanos que ahora les sirven para sostenerse en el poder, los pueda traicionar.
“Por eso andan viendo enemigos en todas partes y apartando a los guerrilleros históricos, a la vieja militancia, porque saben que los más conscientes son los antiguos militares y temen que más de alguno tome las armas como lo hizo Eddie González”, dijo en referencia al militar en retiro de Estelí que el pasado 14 de julio se enfrentó a balazos con los policiales bajo servidumbre del régimen.
González, un militar en retiro y combatiente destacado fundador del Ejército, es hermano de la periodista Nohelia González, desaparecida desde el 8 de julio cuando fue secuestrada y allanada por las fuerzas represivas de Ortega y Murillo.
El ataque contra González, un respetado exguerrillero en la zona norte de Nicaragua, tiene furiosos y resentidos a otros exmilitares que ven con recelos el maltrato de las fuerzas represivas contra personajes de probada trayectoria en el FSLN.
“Nadie se salva de mano represora”
Y es que el panorama general, para los antiguos militantes del FSLN, es el más desolador de las últimas décadas ante los ataques de Murillo y Ortega.
En junio pasado, el dictador Ortega encarceló a su propio hermano mayor, Humberto Ortega, luego que este señalara en una entrevista a un medio internacional que no veía a Murillo y al vástago de ambos, Laureano, como sucesores de Daniel Ortega ante su eventual muerte.
En el colmo del odio y venganza, Daniel Ortega realizó un acto público con militares leales a su dictadura y acusó de traición a la patria a su hermano Humberto. La ingratitud y la traición de Daniel Ortega, en ese sentido, son antivalores de sobra conocidos y aplicados sin piedad contra antiguos amigos y cercanos, como a Carlos Guadamuz, asesinado en 2004 por un pistolero leal a Ortega.
Aún está fresca la muerte en prisión en 2022 del general en retiro Hugo Torres, quien arriesgó su vida y lideró las acciones del comando guerrillero que en 1974 obligó a la dictadura de la familia Somoza a liberar a los presos políticos, incluyendo a Daniel Ortega, quien entonces se refugió en Costa Rica y solo regresó el 19 de julio a celebrar la victoria militar de los guerrilleros.
Torres murió apresado y condenado en el centro de torturas El Chipote, luego de ser acusado de “traición a la patria” por Ortega y Murillo, ambos atornillados al poder desde 2007.
“Contra sus misma bases”
Es tanto el odio que los Ortega-Murillo han incubado entre sus antiguos compañeros de armas y tropelías, que hasta su padrino de bodas y autor de su reelección continua, el ex magistrado Rafael Solís, recomienda sacarlos a balazos.
En junio pasado, en entrevista al diario La Prensa, Solís advirtió que debido a los abusos demenciales del régimen Ortega-Murillo “inexorablemente” se iba a llegar a la lucha armada para derrocar a la dictadura atornillada a sangre y fuego en el poder durante 17 años consecutivo.
No es el único que lo piensa: los propios dictadores temen un golpe interno y por ello obligan a sus trabajadores públicos a prepararse militarmente en agotadoras jornadas de entrenamientos bélicos en campos de concentración bajo fiscalización de policías y militares leales.
Tales acciones, incluso, pueden ser contraproducentes para los mismos dictadores, advierte el militar en retiro exiliado Roberto Samcam, quien considera que la familia Ortega-Murillo con sus abusos, amenazas y represión está socavando el apoyo de sus propias bases.
“Cuando tenés a una base social disminuida, amenazada, empobrecida y silenciada, no es buena idea darles armas y entrenamiento para que te defienden. Puede resultar en lo contrario”, dijo.
Un analista de temas de seguridad, igual exiliado y desde el anonimato, considera que la dictadura ya muestra señales evidentes de la teoría de la implosión acuñada por el sociólogo Oscar René Vargas, antiguo cercano a Ortega y hoy desterrado por ese régimen matrimonial.
Según la teoría de Vargas, el actual régimen ya empezó su final poco a poco con un proceso de “implosión”, que no es más que la descomposición interna entre sus filas en medio de una serie de factores externos, alimentados por abusos y errores de la dictadura.
De acuerdo con el analista consultado, la dictadura está abusando del terror de las armas y la violencia política por medio de la policía del mismo modo que lo hizo la familia Somoza “con la diferencia de que los Ortega-Murillo, en su guerra terrorista contra la oposición, están atacando a sus propios miembros y sus familias”.
“La dictadura está apretando tuercas desesperadamente y sus víctimas, si se les puede llamar así, ya no son opositores de peso, sino que son sus propios miembros o exmiembros”, incluyendo comisionados policiales, militares en retiro y funcionarios militantes de nuevas épocas.
¿Qué se puede esperar de este 19?
Atrás quedaron los años en que los sandinistas conmemoraban su fiesta partidaria con eventos multitudinarios en plazas repletas y tarimas llena de personalidades, entre las que se encontraban jefes de Estado y destacados líderes revolucionarios.
Desde 2019, el 19 de julio se ha convertido en un mitin político «en familia», dedicado más a ensalzar las figuras de Daniel Ortega y Rosario Murillo que a honrar a los otrora “héroes”.
Ahora, las conmemoraciones se caracterizan por discursos repetitivos y vacíos, y llevan el sello distintivo de Murillo: colores llamativos, asistencia de decena de jóvenes uniformados haciendo escenografías ensayadas en ambientes adornados con abundantes referencias esotéricas.
Según la dictadura, para este 19 de julio, se espera la llegada de más de 550 delegados de algunos países para la celebración. Nadie relevante a nivel internacional.
En lugar de las habituales multitudes bailando, cantando, aplaudiendo y consumiendo licor, como era común en las concentraciones a plaza abierta, ahora se organizan círculos e hileras de sillas equidistantes, donde se sientan de forma disciplinada un grupo selecto de jóvenes sandinistas uniformados con camisetas y pañuelos alusivos a la ocasión.
En 2021, el único invitado internacional fue el canciller de la República de Abjasia, Kove Daur. En 2022, asistió el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, a quien Ortega le entregó la Orden Augusto Sandino en su máximo grado: Batalla de San Jacinto.
En 2023 el invitado especial fue Apollinaire Joachim Kyélem de Tambéla, primer ministro de Burkina Faso, junto a representantes de varios países y funcionarios de segundo nivel.
En 2024 la invitada especial es la exguerrillera palestina Leila Khaled, una anciana de 80 años que en los años 70 se relacionó con el Frente Sandinista y que en Europa fue considerada terrorista por varios países.
¿Puede esperarse algo distinto a lo visto en los últimos años? Nadie lo cree. Se espera a Ortega alabando a China y Rusia, sus nuevos socios aliados y criticando como siempre a Estados Unidos y Europa, en largos y aburridos discursos plagados de manipulaciones, mentiras e insultos.
Para la exguerrillera Dora María Téllez, una de las artífices de la victoria sobre Somoza hace 45 años, los actos que organiza el régimen buscan solo rendir culto a la personalidad de Daniel Ortega y Rosario Murillo, más que celebrar el triunfo de la revolución sandinista. «Ellos necesitan ser elogiados, alabados y aplaudidos constantemente porque tienen un nivel de narcisismo elevadísimo», dice Téllez, quien fue desterrada por el régimen.
«La puesta en escena de Daniel Ortega y Rosario Murillo forma parte de su necesidad de refundar la historia, de recontar y rehacer la historia para posicionarlos en el centro de todo», añade.
Según Téllez, este año la celebración está dedicada al lanzamiento «publicitario» de Rosario Murillo y «probablemente de Laureano Ortega, dado el debilitamiento creciente y el deterioro de la figura de Daniel Ortega».