Hace poco reflexionaba sobre las dictaduras y autoritarios en vías de ser una dictadura, y pareciera mentiras que aunque unos se llamen de derechas y otros de izquierdas compartan un odio profundo hacia la comunidad diversa, en todas nuestras representaciones de género, un odio que también alcanza a las mujeres y no podríamos hablar las interseccionalidades de cada una de nuestra comunidades.
En una región cansada y que clama por derechos humanos, la democracia y respeto hacia las diversidades, resulta paradójico que figuras como Daniel Ortega en Nicaragua, Nayib Bukele en El Salvador, Donald Trump en Estados Unidos y Javier Milei en Argentina, entre otros cercanos, encuentren eco y apoyo, incluso dentro de las comunidades que han sido objeto de sus políticas autoritarias y discursos de odio.
Es necesario examinar cómo estos «líderes» han utilizado su poder para promover agendas conservadores, que atacan la diversidad sexual, las identidades de género y, por extensión, los derechos de las mujeres, mostrando lo más bajo de las sociedades, como un Milei, con discursos tan difíciles de creer, es que parece sacados de tiktok o de esos grupos de noticias falsas que estaría dispuesto está suscrito y paga membresía.
Cada uno de estos seudo líderes tiene un historial político marcado por la centralización del poder y la supresión de voces críticas que muchas y muchos conocemos. Pero más allá de sus maniobras para consolidarse en el poder, comparten una narrativa peligrosa: el rechazo y la patologización de las identidades que no encajan en su visión conservadora del mundo, es que muy libertarios, muy de izquierda, pero no dejan de ser machos conservadores, con una visión del mundo como criados en cavernas.
En Nicaragua, Daniel Ortega no solo ha reprimido a opositores políticos y periodistas, sino que su régimen también ha invisibilizado y ridiculizado a la comunidad LGBTIQA+, no puedo olvidar como en un discurso en plena pandemia, culpando a una persona de la diversidad sexual y por su condición de VIH positivo de haber llevado el covid a Nicaragua.
Nayib Bukele, el carismático presidente salvadoreño, ha demostrado que el autoritarismo también puede camuflarse bajo una capa de modernidad y llamarse «el presidente cool». Su silencio cómplice frente a los derechos LGBTIQA+ y las políticas que perpetúan la discriminación hablan más fuerte que sus palabras sobre el progreso. Su estilo populista no ha hecho más que reforzar un machismo estructural que sigue oprimiendo a quienes desafían las normas de género, obligando a muchas personas de nuestra comunidad a buscar protección en otros países.
Donald Trump y Vladimir Putin son los rostros más emblemáticos de este odio compartido. Trump desmanteló protecciones para las personas trans durante su primer mandato, mientras promovía un discurso que alimentaba el odio y la violencia hacia la comunidad LGBTIQA+ en este segundo mandato viene despotricando más fuerte con todos sus adversarios y eso incluye a nuestra población, y ya no solo con discurso, si no con acciones que atentan contra quienes incluso apliudian su mandato como fue publico de doña Caitlyn Jenner.
Javier Milei, la nueva cara del extremismo en América Latina, también ha dejado claras sus posturas. Con un discurso que mezcla libertarismo económico y conservadurismo social, Milei no solo deslegitima las luchas feministas y LGBTIQA+, sino que también refuerza un modelo patriarcal que busca relegar a estas comunidades al margen de la sociedad.
La pregunta inevitable es: ¿por qué algunas personas LGBTIQA+ apoyan a estos líderes? Existen varias razones, desde la desinformación hasta el pragmatismo político. Algunos justifican su apoyo argumentando que estos líderes ofrecen «seguridad» o «prosperidad económica», ignorando que esas promesas se construyen sobre la opresión de las minorías en donde estamos agradadas.
También es posible que este respaldo responda a una internalización de la homo lesbo bi transfobia y el machismo que estos mismos líderes han perpetuado en nosotras y nosotros mismos, pues el ser diversos no nos quita lo homófobos que podamos ser menos lo machistas.
El sistema opresor enseña a sus víctimas a admirar al opresor y esa puede ser otra de las respuestas. Pero respaldar a quienes niegan tu existencia o tus derechos no solo es un acto de autotraición, sino también una negación de las luchas históricas que permitieron a las comunidades LGBTIQA+ conquistar los espacios que hoy ocupan, sin que esas luchas existieran, quienes hoy pueden libremente ser diversas y diversos y apoyar a estos autoritarios, no es posible que pasaran.
Pero con esta reflexión me manda a darnos un consejo, pues el autoritarismo se alimenta del miedo, la ignorancia y la división. Para enfrentarlo, es fundamental que las comunidades marginadas comprendan que sus luchas no son aisladas. El feminismo, las luchas LGBTIQA+ y los movimientos por los derechos humanos comparten un enemigo común en estos líderes que buscan imponer una visión monocromática del mundo.
En lugar de respaldar a quienes los desprecian, las personas LGBTIQA+ deben reconocer el poder de la resistencia colectiva. En un tiempo donde el odio se presenta como una solución, amar y defender la diversidad es un acto radical de rebeldía.
Porque, al final del día, el amor y la diversidad siempre serán más fuertes que cualquier dictador que nos venga con su discurso de odio.