En la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en 1995, la Plataforma de Acción de Pekín destacó que: “Las mujeres desempeñan un papel decisivo en la gestión y la conservación de los recursos naturales. La integración de la perspectiva de género en las políticas medioambientales es esencial para lograr un desarrollo sostenible”. Esta afirmación refleja la relación directa entre los derechos de las mujeres y la conservación del medio ambiente, un principio central del ecofeminismo.
En este mismo sentido, el ecofeminismo surge como una respuesta crítica a un sistema que explota tanto a las mujeres como a la naturaleza. Esta corriente de pensamiento resalta la interconexión de las mujeres y la destrucción del medio ambiente, proponiendo que la liberación de las mujeres y la conservación del medio ambiente deben ir de la mano. Según Francoise d´Eaubonne, filósofa y escritora francesa, la opresión de las mujeres y la degradación de la naturaleza son producto de una estructura patriarcal y capitalista que busca controlar tanto los cuerpos de las mujeres como los recursos naturales.
Sin embargo, para algunos investigadores, al ecofeminismo se le ha identificado principalmente con la corriente radical/cultural/espiritual. Esto ha ocasionado que se le critique de “esencialista”. El término “ecofeminismo” se refiere a una pluralidad de posiciones que han girado en torno a los movimientos de finales de la década de 1970 hasta principios de la de 1980: el movimiento feminista occidental (radical, liberal y socialista) y el movimiento pacifista, como comenta Erika Carcaño, colaboradora del grupo de Economía Ecológica de México, en la Revista Argumentos México.
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ToggleLa experiencia de Urpi, activista ecofeminista costarricense
En este sentido, las voces de activistas locales como Urpi Castañeda Wuillca, bióloga tropical y defensora ambientalista, de madre y padre boliviana, peruano, permiten ver cómo el ecofeminismo se lleva a la práctica en comunidades concretas. Con muchos años de trayectoria en la gestión de proyectos socioambientales, educativos y comunitarios, Urpi ha combinando la conservación de los ecosistemas con el bienestar de las comunidades. Además, es miembro de diversas organizaciones sociales relacionada a la educación y la cultura ambiental, tales como Río Urbano y Mar a Mar.

Desde su hogar, después de una jornada laboral intensa, Castañeda comparte con Intertextual lo que para ella significa el ecofeminismo y lo valioso que considera su práctica. Para ella, el ecofeminismo no es solo una ideología, sino una forma de vida que busca la justicia social, ambiental y de género.
Actualmente, participa en el Comité Local del Corredor Biológico Interurbano Bicentenario Tiribí, una estrategia de conservación a nivel de ecosistemas urbanos. Esta iniciativa se centra en la microcuenca del río Tiribí, un espacio que Urpi también considera parte de su territorio, es donde vive, y en el que es activa en las gestiones que involucran a diferentes actores como municipales, organizaciones comunitarias y locales e internacionales.
Wuillca explica cómo el ecofeminismo ha influido en su vida cotidiana: “Para mí,el ecofeminismo ha significado una oportunidad para poder cuestionarme, reflexionar y replantearcomportamientos, pensamientos, actitudes y acciones que vemos desde lo personal hasta los entorno familiares, académicos y laborales. No solo detectarlo, sino también proponer acciones que no sigan permitiendo la normalización de la violencia hacia las mujeres. Me ha permitido posicionarme como mujer, como hija, como compañera, como profesora, como lideresa comunitaria. Y también me ha impulsado a querer cambiar y nombrar las cosas para que el espacio donde nos desenvolvemos sea seguro”.
El cuerpo como primer Territorio
“Mi cuerpo es mi primer territorio, es el lugar donde se libra la primera batalla por la vida, la autonomía y la dignidad”. Lorena Cabnal, pensadora indígena guatemalteca y defensora del territorio y la vida de las mujeres. Esta frase resalta la conexión entre el cuerpo de las mujeres y la lucha por la defensa de su autonomía, su identidad y su derecho a vivir libre de violencia y opresión.
A esto se suma las palabras de Urpi: ¨Defender el pensamiento y visión del cuerpo como primer territorio es poder hacer lectura de los espacios y de las personas en que se están dando ciertas dinámicas. Se trata de entender hasta dónde puedo dar sin que eso me afecte como persona. También se trata de cuidarme, estableciendo límites, sin verme como una salvadora, pues eso también desgasta. Hay que Generar espacios con personas aliadas para resistir juntas y juntos¨.
Por muchas barreras a derribar: hacia un futuro en conexión

Desde los textos de Francoise y Cabnal hasta el testimonio de Urpi, se puede concluir que el mayor desafío que enfrentan las ecofeministas en Centroamérica es lograr ser escuchadas y tomadas en cuenta como protagonistas en diferentes espacios de toma de decisiones. Es necesario que las políticas públicas, los gobiernos y las organizaciones reconozcan sus propuestas y necesidades específicas a nivel de sistema, pues hay estructuras que deben cambiarse para combatir la violencia estructural hacia las mujeres.
Urpi concluye su opinión reflexionando sobre este desafío: “Quiero pensar que desde el ecofeminismo las mujeres nos acompañamos, porque cada vez hayan más espacios seguros de confianza para poder desarrollarse, intercambiar y crear. Ojalá desde estos espacios revolucionarios podamos transformar el entorno con más mujeres y personas aliadas. No se trata solo de nosotras, sino también de que otras personas asuman responsabilidades desde sus rol y posición de poder, para tejer redes que velen por una vida digna para todas las personas, y de ahí el bienestar común de los ecosistemas y de todos los seres vivos que habitamos este planeta”.
El econfeminismo, al integrar las luchas por los derechos de las mujeres y la conservación ambiental, ofrece un enfoque transformador para abordar las problemáticas sociales y ecológicas actuales. Las voces de activistas como Urpi, que llevan el ecofeminsmo a la práctica en sus comunidades, nos recuerdan que defender el territorio es también defender el cuerpo y la dignidad de las mujeres y la vida.