Como en una partida de ajedrez diabólico, Ortega y Rosario Murillo mueven sus fichas para poner en jaque a la Iglesia Católica sobre un tablero maltrecho al que han convertido el país. Estas son las estrategias con las cuales los dictadores creen haber arrinconado al clero.
Por: Redacción Intertextual/ Voces en Libertad/ contacto@intertextualcr.com
Un obispo condenado y nueve sacerdotes detenidos. Bienes y propiedades de la iglesia Católica han sido confiscadas, sus medios de comunicación silenciados y sus trabajadores asediados y perseguidos.
Los templos han sido profanados y las cuentas bancarias congeladas. A tal punto ha llegado el atropello de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que hoy por hoy, todo el clero está acusado de lavado de dinero desde las parroquias. ¿Cómo se llegó a ese nivel de salvajismo institucional?
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ToggleJugada 1: discurso deshumanizador y de culpabilidad
El dictador Daniel Ortega nunca les perdonó a los obispos que en 2018, le hayan recomendado como salida a la crisis que vivía el país, que él y su esposa dejaran el poder y desmontaran la violencia que habían desatado utilizando policías y parapolicías contra los ciudadanos.
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Olvidó que los obispos, sólo cumplían con su papel de mediadores e interlocutores durante el primer intento de diálogo entre las fuerzas represivas sandinistas y la oposición cívica y que no eran los únicos convencidos que era el camino correcto, la comunidad internacional así lo pensaba también, igual que los líderes locales independientes.
El 19 de julio de 2018, año de las protestas sociales que Ortega y Murillo aplastaron a sangre y fuego, el régimen celebró el 39 aniversario de la caída de la dictadura de Somoza y a la vez la instalación oficial de su dictadura “sin caretas” ni “medias pintas”.
Los asesinados por sus fuerzas de seguridad no llegaban aún a los 355 que se acumularon al final del año y la sangre de los entonces 277 muertos aún estaba fresca cuando Ortega inició sus discursos de odio contra los obispos: los acusó de organizar un golpe de Estado, de usar las iglesias para almacenar armas, de ordenar asesinar policías y de financiar las protestas.
Aquella perorata sería la primera de una interminable serie de discursos de odio contra los obispos, a quienes ha llamado demonios, mafia, banda criminal, sepulcros blanqueados, torturadores, terroristas, asesinos y vende patrias.
Jugada 2: asedio a templos y sacerdotes
La segunda acción de Ortega y Murillo contra los sacerdotes y los templos, inició junto a las llamadas operaciones limpiezas contra las barricadas y tranques en todo el país.
Esta fase inició en el mismo 2018 y tuvo sus momentos más crudos el 13 de julio de 2018 con el ataque de fusilería contra la Iglesia Divina Misericordia, donde los paramilitares y policías mataron a dos estudiantes, en una extensa jornada nocturna de asedio contra el templo.
Luego ya nada detuvo al dictador en sus ataques: las iglesias de todo el país fueron objeto de asedio policial, profanaciones a sus símbolos, bloqueo de calles y dispersión violenta de los feligreses.
Un ejemplo de ello fue la Iglesia San Miguel en Masaya, bajo la dirección del padre Edwin Román; la policía mantuvo un asedio de dos semanas porque madres de jóvenes asesinados por órdenes de Ortega y Murillo pedían justicia en esas instalaciones.
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Ortega acordonó el área, cortó luz y agua e impidió el acceso de alimentos y medicinas hasta que las madres se retiraron agotadas. Sin embargo, las cosas llegaron a peor cuando en julio de 2020, un presunto militante sandinista arrojó una bomba molotov en la capilla del Santísimo y prendió fuego al sagrado recinto, atentado condenado por el mismísimo papa Francisco.
Jugada 3: destierros y expulsiones
En su guerra sucia contra la iglesia, Ortega no ha escatimado maldades. Presionó al Vaticano para expulsar al obispo Silvio Báez al exilio y hostigó a otros sacerdotes hasta obligarlos al exilio.
De igual modo expulsó al Nuncio Apostólico de Nicaragua en 2021 y cortó relaciones con El Vaticano, cerrando la sede allá y obligando a cerrar las oficinas del Papa en Managua y expulsando a su personal.
Luego amplió su repertorio de sanciones. Si antes expulsaba a sacerdotes, luego empezó a cerrarle las fronteras y confiscar pasaportes para que no lograran salir del país, a la vez, detuvo a los sacerdotes en los templos y los puso descalzos en las fronteras o los obligó a subir a aviones y camiones fuera de Nicaragua.
Monjas, obispos, sacerdotes, presbíteros y toda suerte de persona vinculada al clero ha estado bajo ese juego maligno desde 2018.
Jugada 4: anularlos y confiscarlos
Aún con todas las fichas sobre el tablero amenazando al clero, Ortega no ha dejado de pensar en qué otra maldad hacerle a la iglesia Católica. Si ya los había amenazado, golpeado, perseguido y asediado ¿Qué más faltaba para seguirle haciendo daños? Ah sí, anularles sus organizaciones y confiscar sus bienes.
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Desde 2021 Ortega y Murillo vienen cancelando organizaciones de la sociedad civil, de derechos humanos, medios de comunicación, universidades, ONG y toda institución fuera de su control.
Por supuesto, también se fue contra los bienes y organizaciones de la Iglesia. Desde 2021, más de 35 organizaciones civiles adscritas a la iglesia Católica han sido canceladas y sus bienes confiscados. Desde asociaciones católicas de caridad, medios de comunicación comunitarios, escuelas, centros de enseñanza técnicas y hasta universidades católicas han caído bajo la guillotina sandinista.
Jugada 5: apresar a sacerdotes
Destruir templos, asediarlos, ofender y acusar a sacerdotes, expulsarlos y quitar sus bienes no era suficiente para Ortega y Murillo. ¿De qué forma podían hacerle más daños? Se les ocurrió quitarles su libertad.
En junio de 2022 la dictadura empezó a arrestar sacerdotes a quienes acusó de delitos comunes: lesiones, violaciones sexuales, alteración al orden y otros delitos menores. No fue suficiente: en agosto de 2022 la policía asaltó el palacio episcopal de la diócesis de Matagalpa y secuestró al obispo Rolando Álvarez, junto a una decena de personas, incluyendo otros sacerdotes.
De los delitos comunes imputados a los primeros sacerdotes, se pasó a acusarlo de delitos más graves: traición a la patria y ciberdelitos. A Álvarez quisieron desterrarlo junto a 222 presos políticos en febrero pasado, pero el religioso se negó a abandonar el país y Ortega, furioso como siempre, lo condenó a 26 años de cárcel.
El papa Francisco reaccionó inusualmente contra Ortega y acusó a su dictadura de ser una combinación entre lo peor de las dictaduras comunistas y las dictaduras nazis. Desde entonces Ortega mantiene a Álvarez en celdas de castigo y bajo régimen de tortura, mientras va metiendo más sacerdotes a la cárcel.
Jugada 6: acusar a toda la iglesia Católica
Empeñado a muerte en destruir a la Iglesia Católica de Nicaragua, Ortega no ha cesado en sus malignos propósitos. Si ya ha anulado sus instituciones, asediado y profanado sus templos, expulsado y apresado a sacerdotes, robado sus bienes, cortado sus nexos con el Vaticano ¿qué más podía hacer Ortega y Murillo?.
Lo que faltaba: acusar a toda la Iglesia Católica de crímenes y delitos graves. La policía sandinista, servil al extremo de los Ortega-Murillo, emitió un confuso comunicado con un mensaje muy claro: están acusando a todo el clero de lavado de dinero.
Tal acción le permitiría al Estado congelar cuentas bancarias de la iglesia, confiscar sus templos y propiedades y acusar y condenar a todos sus miembros, sin derecho a fianzas o apelaciones.
La idea, aunque parece descabellada, es sencillamente brutal: Ortega y Murillo parecen decididos a cortar todo flujo de dinero a los sacerdotes, cerrar las iglesias y ahogar cualquier apoyo humanitario del clero a la población católica de Nicaragua. Es, en la mente de los Ortega-Murillo, un jaque a la Iglesia Católica. ¿Moverá Dios sus fichas para salvar a su pueblo?