Bajo un sol que a ratos se oculta tras nubes que presagian la lluvia de mediodía, una larga fila de personas se extiende frente a la sede de la Unidad de Refugio en La Uruca, San José. Entre ellos, destacan decenas de jóvenes, muchos con mochilas al hombro y rostros de incertidumbre. Son estudiantes nicaragüenses que han dejado atrás su país, donde las oportunidades de educación superior han sido brutalmente reducidas bajo el régimen de Daniel Ortega.
Aquel último día de septiembre, los jóvenes no solo buscan refugio, sino también una nueva oportunidad para continuar sus estudios, ya sean técnicos o universitarios, en un suelo costarricense que promete ser más libre. Desde 2023, el éxodo de estudiantes nicaragüenses es un fenómeno creciente, provocado por el cierre de más de 30 universidades, la militarización de los campus y la imposición de carreras vinculadas a las fuerzas armadas y policiales. Costa Rica, ante este sombrío panorama, se ha convertido en un faro de esperanza para cientos de bachilleres que, en lugar de conformarse con las carreras impuestas, se arriesgan por una educación libre.
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ToggleEducación atrapada bajo el régimen
El sistema educativo de Nicaragua ha sido desmantelado sistemáticamente desde 2021. Universidades de prestigio, muchas vinculadas a organizaciones religiosas que ofrecían becas a estudiantes de bajos recursos, han sido sustituidas por instituciones controladas por el aparato ideológico del régimen. El golpe final fue la confiscación de la Universidad Centroamericana (UCA), de los jesuitas, en agosto de 2023, lo que dejó a casi 5,000 estudiantes sin opciones educativas.
Muchos de estos jóvenes intentaron continuar sus estudios en universidades de El Salvador y Guatemala, mientras otros buscan opciones en las pocas instituciones privadas que aún sobreviven en Nicaragua, a pesar de estar bajo constante vigilancia.
«Mejor irse que someterse»
Algunos de los estudiantes con los que conversamos en la Unidad de Refugio de San José comparten que, en las universidades estatales y confiscadas, las carreras y el personal docente están al servicio del régimen. “No se fomenta el pensamiento crítico, ni hay verdadera educación profesional”, señala un estudiante. Los beneficios, como becas o descuentos en aranceles, están condicionados a la lealtad al Frente Sandinista y a Ortega.
Voces de lucha y esperanza
Entre los testimonios recogidos destaca el de Diana Martínez, de 19 años, oriunda de Estelí. Soñaba con estudiar medicina en la Universidad Católica del Trópico Seco, hasta que fue cerrada en 2022 y sustituida por una universidad controlada por el régimen. “Me quitaron la oportunidad de estudiar lo que quería, pero no me rendiré”, dice Diana, con la firmeza de quien se rehúsa a ser moldeada por la represión.
Carlos Gutiérrez, de 18 años, dejó la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) debido al constante acoso que sufría por expresar opiniones críticas hacia el gobierno. Ahora busca una beca en Costa Rica para profundizar en estudios de derechos humanos. “En Nicaragua, pensar diferente es ser un enemigo del Estado”, afirma.
El caso de Andrea Valdivia, de 20 años, es igual de conmovedor. A pocos meses de graduarse en Comunicación Social en la UCA, el cierre de la universidad dejó sus sueños truncados. “Cerrar mi universidad fue como cerrar mis sueños”, dice con lágrimas en los ojos. Ahora, en Costa Rica, espera retomar su camino académico y encontrar las oportunidades que le fueron negadas.
El futuro incierto de una generación
La fuga de cerebros es solo una de las consecuencias de la dictadura Ortega-Murillo, que ha destruido las esperanzas de una nueva generación. El exrector de la confiscada Universidad Paulo Freire, Adrián Meza, señala que las universidades en Nicaragua están bajo un férreo control político, lo que limita cualquier posibilidad de pensamiento crítico. Según él, los jóvenes que permanecen en el país enfrentan una dolorosa realidad: o se someten a una educación impuesta por el régimen o son perseguidos por intentar pensar libremente.
En un país donde la educación debería ser un puente hacia el futuro, hoy se ha convertido en una trampa para quienes no comulgan con las ideas del régimen. Ante este panorama, la migración parece ser la única salida para miles de jóvenes como Diana, Carlos, Andrea y muchos otros. Estos estudiantes no solo buscan refugio, sino la posibilidad de una vida académica y profesional que les permita ser dueños de su destino.
La crisis migratoria de los jóvenes nicaragüenses
El deseo de migrar entre los jóvenes nicaragüenses está en aumento. Según una encuesta del Barómetro de las Américas de 2023, casi la mitad de la población del país expresó su intención de migrar. La mayoría de ellos son jóvenes entre los 18 y 25 años, la generación académica más afectada por el desmantelamiento del sistema educativo.
Para muchos, el exilio es la única opción para escapar de un sistema que ya no les ofrece ni educación ni libertad. Con la esperanza puesta en países como Costa Rica, Panamá y Estados Unidos, los jóvenes nicaragüenses buscan un futuro donde puedan ser más que herramientas de un régimen autoritario.
Mientras tanto, la fila frente a la Unidad de Refugio en La Uruca sigue creciendo. Cada rostro cuenta una historia, cada mirada refleja el anhelo de encontrar, en tierras ajenas, lo que su propio país les ha negado: la libertad de soñar y de construir su futuro.