Vive desde hace más de 20 años en las laderas de la reserva del cuerpo de agua, gozando de la flora y fauna de esta reserva natural. Dice que es la vida que muchos sueñan en Asia.
Por: Intertextual/ contacto@intertextualcr.com
Este ciudadano de origen japonés reside en una casa rústica de madera, rodeada de la abundante vegetación de la reserva natural Laguna de Apoyo. A la par de su vivienda, construyó un hermoso mariposario, donde mantiene una pequeña mesa de piedra que utiliza para llegar a deleitar su desayuno y almuerzo, porque según contó, el vuelo silencioso de las coloridas mariposas, le proporciona un ambiente meditativo que transmite paz a su alma.
Katsuhiro arribó a Nicaragua hace 25 años para trabajar en un proyecto de camarón de cultivo financiado por la cooperación española. Al final no se concretizó ese plan y terminó como catedrático de varias universidades del país entre las que perfilan la UNAN- León y la Universidad Nacional Agraria (UNA), donde impartió sus conocimientos, como biólogo marino.
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Por razones del destino, uno de sus amigos lo llevó a conocer la Laguna de Apoyo. Ese día quedó encantado de las aguas cristalinas de origen volcánico, y la abundante flora que rodea este bello recurso natural. En ese instante, trazó el proyecto de comprar un terreno a orillas de la costa, pero se enteró que las tierras tenían altos precios que no podía cubrir con sus ahorros.
Al poco tiempo se enteró que en la comunidad de Pacaya, del municipio de Catarina, vendían una propiedad menor a dos manzanas de tierra. Al llegar a este sitió, quedó maravillado de la riqueza natural, porque alcanzaba una majestuosa vista a toda la laguna, así como la ciudad de Granada y el volcán Mombacho.
Lo compró y construyó su modesta casa, donde desde hace más de 20 años recibe un aire natural que purifica sus pulmones. En su juventud, vivió en Japón y viajó por varios países de América Latina, pero nunca optó por vivir en una metrópoli con mucho bullicio y contaminación ambiental, asegura.
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ToggleActividad física admirable a sus 80 años
Los japoneses se caracterizan por su longevidad, y Katsuhiro Kamijo es un testigo de esa presunción. En su casa donde habita junto a su esposa Jenssy Flores originaria de la comunidad Zambrano de Tipitapa y su hijo Jeris, se dedica a cultivar plantas medicinales como el marango. “Después de comer esta fruta por dos años, me alivié de mi presión alta”, señala.
“En Japón, menos de una libra de marango puede alcanzar un precio de hasta cuarenta dólares, y aquí esta planta las encuentras en los caminos, al igual que la planta de anís que ayuda a mejorar la circulación en la sangre”, relata el japonés que es conocido por los lugareños como “El chinito”.
Este japonés, al menos una vez a la semana, visita las costas de la Laguna de Apoyo. Para llegar allá, debe hacer un trayecto difícil donde ejercita sus piernas, para descender por escalonadas rutas improvisadas. Este viaje es saludable para él y dice que lo llena de alegría, porque algunas veces observa venados, armadillos, diferentes especies de aves y los monos congos que visitan su patio todos los días.
Además de catedrático se ha dedicado a construir bellos jardines tradicionales de Japón en quintas y restaurantes que se ubican en el plan de la laguna, donde trata de representar a la naturaleza mediante la colocación calculada de árboles, hierba, flores y agua.
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Katsuhiro mantiene la filosofía de vivir una vida modesta no apegado a los bienes materiales. En su humilde vivienda, tiene lo necesario para vivir cada día, como el aire puro y un ambiente tranquilo que evoca la madre naturaleza. Resalta que en su país, muchos ciudadanos anhelan vivir su vida, porque la vida moderna les causa mucho estrés.
Abre las puertas de un proyecto turístico en su casa
A inicio de este año, Katsuhiro Kamijo decidió obtener una fuente de ingreso económico aprovechando el potencial natural de su propiedad, para lo cual, abrió las puertas a turistas nacionales y extranjeros para visitar su mariposario que tiene diferentes especies y que logra atrapar en su propiedad, para luego reproducir diferentes variedades que alimenta con flores y frutas.
Además, sus visitantes tienen el valor agregado de conocer su mirador, donde sentados en unas rústicas bancas de madera, podrán apreciar la bella vista a la laguna que emana un aire fresco. También podrán ver los árboles de Bonsái que produce con gran dedicación y esmero, además de la batería natural que produce para aliviar un sinnúmero de enfermedades.
Para llegar a este sitio, usted tiene que llegar a la comunidad de Pacaya y toma el callejón que conduce al restaurante el Paso del Tren. “No se arrepentirá”, dice “El Chinito”.