El obispo Rolando Álvarez es el primer religioso de ese rango que es encarcelado por una dictadura en Nicaragua, algo que no hizo ni el dictador Somoza. Estuvo frente a un juez del régimen, esta ha sido su vida.
Por: Redacción Intertextual/ contacto@intertextualcr.com
Desde muy pequeño, el obispo de la Diócesis de Matagalpa, Rolando Álvarez tenía dos sueños: tener su propia radio y ser sacerdote. Según contaba él mismo, en su casa jugaba a ser “el padre Miguel” y usaba las faldas o vestidos de su madre para simular una sotana.
Ese juego infantil se volvería realidad muchos años después, cuando fue ordenado sacerdote en diciembre de 1994. Y 17 años más tarde, el 2 de abril de 2011, sería consagrado Obispo de la Diócesis de Matagalpa.
Los nicaragüenses hemos visto diferentes facetas de monseñor Rolando Álvarez. Lo hemos visto celebrando misas, pero también bailando, barriendo y limpiando una parroquia, subiendo montañas para llevar la palabra de Dios a los campesinos, predicando el evangelio en buses, y reprendiendo a más de alguno cuando comete una ofensa.
“Respete la patria”, le dijo en 2018 a un conductor extranjero que trató de reclamarle por los tranques que mantenían manifestantes en la carretera y por los cuales llevaba días varado.
Desde antes de 2018, Álvarez ya catalogaba de “brutal” y “salvaje” la actuación de la Policía en algunos casos como el del campesino Juan Lanzas, quien recibió una golpiza por un robo que no cometió, fue arrestado, adquirió una infección en la cárcel y terminó con las piernas amputadas.
El Obispo no titubeó en criticar los abusos de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, y eso es lo que lo ha llevado a convertirse en un preso político del régimen y ser acusado de supuestamente propagar noticias falsas y conspirar para cometer menoscabo a la integridad nacional.
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ToggleRolando Álvarez: Cárcel y exilio en los ochenta
Rolando José Álvarez Lagos nació el 27 de noviembre de 1966 en Managua. Su madre, Ángela Lagos, es originaria de Chinandega y se dedicaba a la venta de atol, y su padre, Miguel Álvarez, era un obrero.
El primer nombre del obispo, Rolando, fue escogido por su hermana mayor, Vilma Álvarez y el segundo, José, se lo pusieron por la devoción que tiene la familia por San José. De pequeño era un niño inquieto y travieso, pero también inteligente y aplicado en el colegio.
Cuando estaba por terminar la primaria, él le pidió al director del colegio que le dejara impartir las clases de catecismo a los estudiantes de secundaria del instituto que aún no habían recibido la primera comunión y el director aceptó. Desde muy joven, mostró simpatía por la Iglesia Católica. A los 10 años de edad dirigía el grupo juvenil Los Carismáticos, en una parroquia del barrio Campo Bruce, en Managua.
Para la década de los ochenta, cuando los sandinistas habían llegado al poder e impusieron el Servicio Militar Obligatorio en el país, Álvarez tenía 16 años. Ya era un líder en las pastorales juveniles de la Arquidiócesis de Managua y desde ese cargo, rechazó que se estuviera enviando a los jóvenes a morir a las montañas del país.
En 2018, Álvarez contó al diario La Prensa que su padre le ofreció salir del país, pero él no quiso dejar Nicaragua. “Me acuerdo que dos días antes de que entrara en vigencia el Servicio Militar, mi papá me llamó y me dijo: Casi todos tus tíos me están obligando a que te saque del país, podés irte mañana si querés, pero yo voy a respetar tu decisión. Lo que vos decidás eso se va a hacer. Yo era un chavalo de 16 años en ese momento y le dije: No papa, yo me quedo en Nicaragua”.
Álvarez no fue al Servicio Militar y por esa razón se lo llevaron detenido varias veces y la casa de su familia solía ser allanada por el Ejército Sandinista de la época. La persecución y el sufrimiento de su familia fue demasiado, por lo cual Álvarez se vio obligado a salir de Nicaragua. Se fue él solo hacia Guatemala y tiempo después pudo reencontrarse con su familia en ese país.
Sacerdote o administrador de empresas
En Guatemala terminó los dos últimos años de secundaria que le faltaban y se bachilleró con honores. En su graduación, portó la bandera de la Iglesia Católica. Él pensaba estudiar Administración de Empresas, pero finalmente se decidió por entrar al seminario. “¿Estás seguro? Es mejor ser un buen seglar y no un mal sacerdote”, le decía su padre, mientras que su madre estaba más que encantada con el camino que escogió su hijo.
Antes de entrar al seminario, Álvarez había tenido tres novias, y cuando tenía 20 años casi se casa con una de ellas. Él mismo contó en 2018 que quiso entrar “en un camino de discernimiento” para saber si dedicarse al sacerdocio era la mejor opción para su vida.
“Yo me acuerdo que se lo platiqué a ella (su novia) y le dije lo que había decidido. Siempre voy a agradecerle su bondad porque la respuesta que me dio nunca lo voy a olvidar: Yo con Dios no voy a pelear, me dijo”, relató el obispo.
Tenía 28 años y ya estaba de regreso en Nicaragua cuando finalmente fue ordenado sacerdote. “Ese día de mi ordenación me levanté muy de mañana, busqué una capilla y me fui a estar unas buenas horas ante Jesús Sacramentado y después salí directo a la Catedral (de Managua)”, recordó Álvarez en su entrevista.
El día que lloró
Ese día que fue ordenado sacerdote no pudo contener las lágrimas. “Era un sueño, una ilusión a la que finalmente el Señor me había llevado”, contó. En su vida sacerdotal, Álvarez ha sido un admirador de la intelectualidad del Papa Benedicto XVI, recientemente fallecido en diciembre de 2022.
Después de ser ordenado sacerdote por el cardenal Miguel Obando, Álvarez fue enviado como formador del Seminario Mayor de la Arquidiócesis de Managua, en donde permaneció instruyendo a las siguientes generaciones de sacerdotes durante 12 años y medio.
En el seminario, fue el encargado de la disciplina y del área académica de Filosofía y Teología. Luego Álvarez estuvo al frente de la parroquia San Francisco de Asís, en Bolonia, por cinco años.
En 2005 fue nombrado portavoz de la Arquidiócesis de Managua y también fungió como secretario adjunto de la Secretaría del Episcopado de América Central hasta que fue nombrado obispo de la diócesis de Matagalpa en 2011, en donde ha permanecido hasta la fecha.
La sencillez y humildad de monseñor Álvarez ha sido de las muchas cosas que le caracteriza. Es de los obispos que ha subido montañas y llegado a las comunidades más remotas de la Diócesis de Matagalpa. Esa ha sido una de las principales tareas que ha asumido desde que fue nombrado obispo.
Álvarez decía que “lo más hermoso de llegar a una comunidad es la gente. Es una maravilla. El corazón, el amor que la gente transmite es insustituible”.
Esas visitas a las comunidades solía realizarlas al menos tres veces a la semana y al mismo tiempo atendía a sus feligreses en la ciudad, visitaba a los reos del Sistema Penitenciario de Matagalpa, y cada jueves asistía a su programa de radio que era retransmitido a nivel nacional por 18 emisoras y 13 canales de televisión.
Él mismo se cataloga como un obispo “sencillo y espontáneo (…) Hago lo que mi conciencia me indica. Lo que mis criterios y mis principios morales me señalan. Hago lo indicado en mi misión como pastor”, decía Álvarez.