Columna de opinión: Jose Alberto Montoya
Solo un dictador de la especie de Daniel pudo cambiarle la esencia a una fecha tan linda e importante para muchas familias como lo es el día de las madres, todavía, se conserva en la memoria colectiva el treinta de mayo de hace cinco años atrás cuando el régimen protagonizó una de las escenas represivas más dura de la nueva etapa dictatorial que atraviesa el país, irrumpiendo con la marcha en homenaje a las madres, donde las familias pedían al gobierno el cese de la represión.
¿Es normal acaso que el mundo siga indiferente ante un gobierno que un día de las madres propinó una masacre en el sector universitario de la capital? Nuestro país todavía no se recupera de la matanza a cuatro estudiantes que desató el somocismo en 1959, el Estado no fue capaz de reparar a las familias de las víctimas y no repetir estos hechos.
Nicaragua como sociedad, al menos los grupos de personas que han asumido el compromiso de transformar la cultura política del país, deben poner todo su empeño en una transición que asegure la no repetición. Un país no puede seguir con el ritmo de gobiernos represivos tras gobiernos represivos, el resultado es la Nicaragua que heredó la generación post revolución y post neoliberalismo:nnUn país sin república, fracturado, que en el seno de la oposición a la dictadura ni siquiera es capaz de encontrar puntos en común, por las mismas venas que dejaron abiertos los procesos inconclusos, son los resultados de esas herencias que han dejado las represiones.
El territorio nacional se ha convertido en la zona del silencio, la desesperanza, el rencor y la resistencia; la zona donde las madres diariamente tiene que despedir a sus hijas e hijos; muchos de ellos marchándose del país por la misma insistencia de la mamá que prefiere verlo fuera, cruzando el Río Bravo o pidiendo refugio en Costa Rica que preso, muerto o en una situación financiera que no le permita vivir, ya que la dictadura ha hecho de la sobrevivencia un estilo de vida para las familias nicaragüenses.
Lo ideal sería hablar en los artículos alusivos al día de las madres de las violencias machistas que hacen los esposos e hijos hacia las mamás, del trabajo no remunerado que las madres realizan en sus casas sin siquiera un “gracias, mamá” de recompensa. El treinta de este mes nos recuerda el dolor de las más de quince vidas arrebatadas por la Policía Nacional y grupos paramilitares; sin embargo, creo que para soñar con un mejor país donde la vida y la dignidad se respete, la exigencia por justicia, memoria y verdad, tiene que incrementar y también ir de la mano con tomar conciencia de que muchas madres nicaragüenses (sino la inmensa mayoría) es víctima también de nuestra violencia sistémica – machista, aumentada por un sistema de odio promovido por una de las dictaduras más crueles de la América Latina contemporánea, la de Daniel Ortega y Rosario Murillo.