Soy periodista, soy mujer, y tengo miedo. Un miedo que me acompaña todos los días desde que el ejercicio de mi profesión se convirtió en un delito, y la verdad es castigada.
Cada preso o presa en Nicaragua duele, cada persona que se va del país de manera forzada duele, y no es fácil tener que escribir la noticia desde la clandestinidad y el anonimato con la incertidumbre de que, en cualquier momento, podría ser silenciada o forzada al exilio. Pero también escribo con la convicción de que mi deber es resistir, hasta donde más pueda; porque el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha hecho de la censura su arma más letal contra la Libertad de Prensa y Expresión.
El informe de Agresiones a la Libertad de Prensa del Observatorio de PCIN (enero-julio 2024) revela la magnitud de violencia que sufrimos quienes ejercemos el periodismo en Nicaragua. Los datos de PCIN registran 47 agresiones contra periodistas y medios, de las cuales 34 fueron dirigidas a periodistas individuales, incluyendo 15 mujeres periodistas.
Cuando se presentó este informe aclararon que las cifras “no reflejan el total de las agresiones” ya que muchas víctimas han optado por el silencio, por temor a represalias que podrían enfrentar ellas y sus familias. “La autocensura ha alcanzado niveles alarmantes” dice el informe; y esto no es un dato menor, en verdad la autocensura se ha vuelto una cuestión de sobrevivencia.
Desde antes del 2018, el trabajo del periodismo se venía restringiendo de manera arbitraría, pero fue en el 2018 que el gobierno Ortega Murillo respondió con brutalidad a protesta cívicas, en donde el periodismo ha sido uno de los blancos principales de la represión estatal.
Allanamientos de viviendas, intimidación incluso a las familias, decomisacion de equipos, desapariciones y detenciones arbitrarias son algunas de las agresiones a las que el periodismo se ha enfrentado, el acto más cruel fue el asesinato de nuestro recordado colega Ángel Gahona en abril 2018 un crimen que ha quedado impune. Como resultado de esa violencia sistemática, muchos de mis colegas fueron forzados al exilio, y el resto hemos optado por mantenernos en el país, aun con temor, a la voluntad de Dios.
El caso de la colega y amiga Fabiola Tercero, desaparecida el 12 de julio de 2024, tras un allanamiento en su casa, es algo que nos preocupa. La periodista había bajado su perfil, con un emprendimiento llamado El Rincón de Fabi donde intercambiaba libros e incluso regalaba con el propósito de incentivar la lectura.
Hubo excarcelamiento de 135 personas presas políticas, las cuales fueron desterradas a Guatemala y desnacionalizadas; ahí no iba Fabiola, su paradero es desconocido. Quiero pensar que ella está en un lugar seguro y solo quiere cuidar a su madre. Deseo de corazón que pronto sepamos de ella, y no esté sufriendo las torturas del encierro en una cárcel de Nicaragua. Lo que estamos viviendo al no saber de Fabiola es un recordatorio aterrador de lo que podría suceder a cualquiera de nosotras las mujeres y hombres de prensa que seguimos resistiendo adentro.
Las mujeres periodistas como refleja el informe de PCIN sufrimos muchos ataques en Nicaragua, donde no solo se nos persigue por lo que informamos, sino también por la identidad, por nuestro género, en un país donde el machismo, la misoginia y la represión se entrelazan para acallarnos de manera aún más cruel.
Por ahora puedo escribir desde mi posición de anonimato, lo hago con miedo, pero también con la certeza que el silencio no es opción. Cada vez que uno o una de nosotras es agredida, desaparecida o expulsada, el régimen Ortega Murillo manda una advertencia. Nos quieren hacer creer que resistir es inutil, y que la única salida es el exilio. Sin embargo, desde adentro nos mantenemos firmes, aunque nuestras redacciones sean habitaciones oscuras, silenciosas, solitarias y nuestros nombres están ocultos tras seudónimos, no nos han quitado las ganas de informar, de resistir, de luchar por una Nicaragua donde la verdad no sea criminalizada. Cada nota que publicamos , es un acto de valentía, es un desafío a un régimen que nos quiere controlar, no le está saliendo fácil y no podrá.