Victor Manuel Pérez
Periodista / editaint24@proton.me
Esta primera semana de junio del 2024 nos enteramos, de un secreto a voces, lo que llaman «la toma del poder del centro derecha», en un grupo político de oposición a Daniel Ortega en Nicaragua, realmente preocupante y de lo que no podemos quedarnos calladas y callados.
La política en Nicaragua como sabemos, se ha vuelto un campo minado de divisiones y conflictos, ¡algo que no es nuevo!, particularmente dentro de la oposición al régimen de Daniel Ortega.
Estas disputas internas entre derechas e izquierdas no solo debilitan lo que debería de ser la lucha contra un enemigo común, sino que también evidencian una preocupante tendencia: la instrumentalización de las y los jóvenes líderes por parte de viejas generaciones aferradas a ideologías caducas.
Me apena como joven ver como mi generación se encamina a cometer los mismos errores del pasado, creando caudillos y futuros dictadores, que aun sin poder alguno, se mofan y actúan como que gobernaran en una super potencia.
Aún con los esfuerzos por cambiar la tradicional política riñonera, aplastante, desafiante, con amiguismo y favoritismo, que solo nos han dejado enquistado a quien hoy ostenta el poder y nos hace víctimas de sus violaciones.
Una oposición fragmentada por pleitos arcaicos
Desde que Daniel Ortega retornó al poder en 2007, la oposición nicaragüense «ha luchado por encontrar una cohesión», que le permita enfrentar con eficacia al régimen, sin logros algunos.
Sin embargo, las riñas internas entre facciones de derecha e izquierda han socavado constantemente estos esfuerzos, una estrategia bien recibida por el sandinismo, y que han dejado un sentimiento de hartazgo en la población nicaragüense.
Estos pleitos rancios, le pasó al PLI, al ALN, al PLC y le pasará a cualquier grupo opositor, si dejan que sigan las y los mismo, que una y otra, y otra vez, nos han defraudado y que solo nos dejaron a un dictador en el poder.
Cada grupo, en su afán por mantener lo que llaman «su pureza ideológica», ha preferido marcar distancia de sus contrapartes políticas, resultando en una oposición fragmentada y debilitada que ha favorecido al dictador Ortega, que debe estar riéndose al leer estos circos electoreros, ¡como como si estuviéramos en normalidad!
En el seno de la derecha, encontramos un grupo que busca volver a los principios del liberalismo clásico, añorando un pasado que muchos perciben como dorado, pero que no se adapta a las complejidades del presente, y me atrevo a decir que utilizando incluso a jóvenes, que posiblemente no saben distinguir lo que es derechas o izquierdas mas que las de sus extremidades.
Por otro lado, la izquierda, con sus raíces en el sandinismo «original», lucha por mantener una visión revolucionaria que, en muchos aspectos, ha perdido vigencia y resonancia en la Nicaragua cansada, con la nostalgia en una revolución que le falló a nuestros padres y a nosotras y nosotros mismos.
Este enfrentamiento no solo es ideológico, sino también personal, con liderazgos que priorizan sus agendas particulares, sus riñas personales y pleitos de pasillos, sobre la necesidad de estar unidas y unidos contra Ortega, ¡tal parece que para ellas y ellos no es la prioridad!
Los Jóvenes Líderes: Entre la esperanza y la manipulación
En medio de esta tormenta ideológica, se ven envueltas y envueltos jóvenes liderazgos que, a primera vista, representan una esperanza de renovación y cambio, pero que con las filtraciones, nos dejan mucho que pensar, ¿será nuestra generación a la que muchos llaman de «cambio», es una utopía o una realidad?.
Las mismas redes de manipulación y uso instrumental por parte de las generaciones enquistadas en la política, que no hicieron nada en su época, pues si de algo tenemos que culparles, es que nos heredaron solo fracasos.
Ahora solo nos hacen discutir como gallos de peleas en redondel, mientras ellas y ellos solo se dedican abuchear o atizar la riña, por algo que ni nos pertenece, algo que nos ha fallado, tanto a los que se dice de derechas o izquierdas.
Lo decía en mi programa, Politicando, «la política nos ve a las juventudes, como los carga toldos, los eufóricos y aguerridos, que se manejan a sus gustos y antojos».
Tal parece que nos veían y ahora cambiaron la estrategia, tomaron a los más manipulables y ahora les hicieron sus caballitos de batallas, ¡dejamos de ser los carga toldos a ser los pleitistas, los peones de ideologías adultistas, pero que en el fondo no les dieron nada de poder, solo los están usando!
Es alarmante ver cómo líderes veteranos utilizan a estos jóvenes como meros instrumentos para avanzar sus agendas políticas, sin darles la oportunidad de desarrollar una visión propia y auténtica, más vergonzoso aún es ver como se dejan manipular.
La juventud, que debería ser un motor de innovación y cambio, tal parece se ha convertido en una extensión de ideologías anacrónicas, perpetuando un ciclo de fracaso y estancamiento para Nicaragua.
Como lo dijo Gioconda Belli, en su poema ¿Qué sos Nicaragua?, ¿Qué sos, Nicaragua
para dolerme tanto?, yo lo forjo con algo que me sale del alma, ¿Qué sos, Nicaragua
para arrecharme tanto?
Ideologías fracasadas en la política nicaragüense
Lo que estas riñas internas y el uso manipulador de los jóvenes revelan es un profundo fracaso de las ideologías en la política nicaragüense.
Tanto la derecha como la izquierda se han vuelto prisioneras de sus propias doctrinas, incapaces de adaptarse a las realidades cambiantes del país. La política debería ser una herramienta para el progreso y el bienestar común, no un campo de batalla para la perpetuación de viejas disputas, o nuevas que se inventen en el camino.
La incapacidad de las facciones opositoras para unirse en un objetivo común refleja una ceguera hacia las necesidades reales del pueblo nicaragüense. La insistencia en mantener la pureza ideológica, en lugar de buscar soluciones pragmáticas y efectivas, ha dejado a la oposición sin la fuerza necesaria para desafiar a Ortega de manera efectiva.
La situación actual exige una profunda reflexión y un cambio de rumbo. La oposición debe reconocer que las ideologías, en su forma más rígida, han fracasado en ofrecer un camino viable para Nicaragua.
Es imperativo que tanto derechas como izquierdas abandonen sus disputas y trabajen en la construcción de un frente unido y pragmático que nos saque de esto en lo que en su momento permitieron.
Los jóvenes liderazgos deben ser empoderadas y empoderados, para desarrollar sus propias visiones y estrategias, libres de la influencia manipulatoria de generaciones pasadas. Solo así podrán convertirse en verdaderos agentes de cambio, capaces de llevar a Nicaragua hacia un futuro más justo y democrático.
En última instancia, el éxito de la oposición dependerá de su capacidad para dejar atrás las riñas internas y las ideologías caducas, y enfocarse en lo que realmente importa: Nicaragua y sacarnos del yugo autoritario de Daniel Ortega y la construcción de un país donde la política sirva al pueblo, y no a las ambiciones personales o doctrinarias.
