Muchos viven como “ciudadanos fantasmas, han borrado su pasado” para evitar la persecución y se ganan la vida con otros empleos. Otros ejercen en clandestinidad, pero siguen informando.
Por: Voces en Libertad/ contacto@intertextualcr.com
A casi cinco años de las protestas sociales de abril de 2018, el gremio periodístico es uno de los sectores sociales más desarticulados y golpeados. Ejercen uno de los oficios más peligrosos en Nicaragua, al extremo de que la mayoría se exilió y quienes quedaron en el país, abandonaron la profesión o la ejercen en clandestinidad.
“Yo ya no sé si cabe aquí en Nicaragua hablar de gremio periodístico”, dice un veterano hombre de prensa, hoy ya retirado del oficio y de las aulas de clases donde alguna vez transmitió conocimientos sobre redacción y géneros informativos.
Él forma parte de un ejercicio de consultas y entrevistas a periodistas que hicimos para este reporte. Son de los pocos que aún permanecen en Nicaragua y que en algún momento, formó parte de medios de comunicación independientes.
A otra periodista, la pregunta la toma por sorpresa y agita de inmediato su instinto de seguridad: “¿Para qué querés saber de qué trabajo ahora?”, interroga con desconfianza. Este reportero le explica que haría parte de un reportaje para elaborar una radiografía del oficio en Nicaragua desde los sucesos de abril de 2018.
Se le explica además, que no es necesario identificarse. Pero ella interrumpe: “ustedes no me van a sacar del Chipote si caigo presa por andar opinando, discúlpeme, pero ahorita estoy ocupada”. Corta.
Había costado dar con ella en redes sociales, debido a que en su perfil borró toda referencia a su antiguo trabajo en una sala de redacción, las imágenes con otros colegas, sus estudios de Comunicación Social en la Universidad Centroamericana,(UCA), el nombre con el que firmaba sus artículos y su foto principal. Hoy vive como un fantasma.
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ToggleUna vida oculta para sobrevivir
Ella hizo lo mismo que muchos del gremio que no se han exiliado: ocultar su identidad en redes sociales y alejarse de sus antiguos compañeros de oficio.
Otros, de igual modo, cambiaron de vehículos, de dirección domiciliar, de números telefónicos, eliminaron de sus hojas de vida toda referencia a sus pasados trabajos en medios, dejaron de frecuentar amistades vinculadas al periodismo, de llamar a fuentes y evitar mencionar sitios de referencia para periodistas.
“Yo no la culpo. Tiene mucha razón en desconfiar ahora de todo el mundo, el régimen ha infiltrado todos los sectores sociales y a como ella dice, nadie quiere terminar en El Chipote por andar dando declaraciones”, dice el veterano periodista retirado.
Él ha hecho, en parte, lo mismo que ella: mantener un bajo perfil y evitar preguntar a otros colegas en qué andan ahora. “Mientras menos sepa uno, menos riesgo hay para ellos y para mí”, explica.
Sabe, porque lo ha platicado con algunos colegas de confianza, que muchos de sus antiguos reporteros de sección cambiaron de trabajo, iniciaron nuevos estudios o emprendimientos lejos del oficio y también guardaron sus viejas credenciales de prensa.
Vistos como enemigos del régimen
El temor no es infundado. Según la organización no gubernamental Voces del Sur, en su informe anual 2022, al menos 93 periodistas nicaragüenses se exiliaron el año pasado y ya suman 178 colegas exiliados desde el inicio de la represión en 2018.
Aquel año hubo protestas sociales que fueron reprimidas por las fuerzas públicas y partidarios del régimen sandinista, que dejaron 355 muertes, más de 2,000 heridos y más de 100,000 exiliados y contando.
En cuanto a los medios, desde aquella fecha se han detenido a periodistas, quemado emisoras de radio, confiscado edificios de medios independientes, han cerrado decenas de espacios de televisión, radio y sitios web, además de judicializar e investigar más de 100 periodistas.
Un paquete de leyes represivas fue aprobado por la maquinaria pública de la dictadura que encabeza Daniel Ortega y Rosario Murillo y ahora hay periodistas presos bajo el peso de la Ley Especial de Ciberdelitos (Ley 1042), Ley de Agentes Extranjeros (Ley 1040), Ley de Traición a la Patria (Ley 1055) y Lavado de Dinero (Ley 977 y sus reformas en la Ley 1072).
Según el informe de Voces del Sur, las medidas represivas contra medios y periodistas se han sostenido desde 2018 y no cesan a la fecha.
El peor clima de represión
En 2021 se recrudecieron, sobre todo cuando el Ministerio de Gobernación denunció a la extinta Fundación Violeta Barrios de Chamorro (FVBCH) de lavado de dinero y solicitó al Ministerio Público abrir una investigación contra sus directivos y trabajadores.
Así acusaron a Cristiana Chamorro, exdirectora y fundadora de la FVBCH, de lavado de dinero y otros delitos. Además, el régimen ordenó una redada que abarcó a exfuncionarios de la citada Fundación, como Marcos Fletes y Walter Gómez, detenidos desde mayo de 2021.
A raíz de esa acción judicial, la Fiscalía citó e interrogó a 57 periodistas y amplió sus investigaciones a otros 40, hasta acumular más de 100 expedientes abiertos y activos en el Ministerio Público, según investigaciones periodísticas de los mismos medios.
Desde entonces el periodismo independiente, tal como se ejercía, dejó de hacerse en Nicaragua: nadie firma sus productos periodísticos, nadie sale a reportar a luz pública, no hay conferencias de prensa, nadie postea en sus redes sociales sus opiniones, no hay periódicos…
En Nicaragua ya no existe la prensa escrita y solo las personas que tienen acceso a un teléfono inteligente e internet pueden acceder a las noticias de medios independientes. El ejercicio periodístico dentro de Nicaragua se volvió clandestino o se convirtió en un duro trabajo internacional: solo se puede ejercer libremente fuera de sus fronteras y radios y canales de televisión silenciaron de sus agendas los temas políticos y de derechos humanos.
Las redacciones se han tenido que apegar a otros modelos de reporteo, de verificación de datos, de análisis de contenido, de monitoreo y rastreo de información, de entrevistas a distancia y protocolos de seguridad para sus fuentes y reporteros en Nicaragua.
Un análisis concreto y desolador
“El gremio periodístico y los medios de comunicación independiente continúan bajo constante asedio, persecución, hostigamientos, amenazas, agresiones físicas, allanamientos y procesos penales”, dice nuestro tercer periodista consultado.
Exreportero de unos de los medios escritos, hoy desaparecidos, este colega colabora con dos medios digitales con sedes fuera de Nicaragua. Sabe que su oficio es de alto riesgo, toma medidas de seguridad digital y personal y aunque no se ha ido, dice que tiene un plan de seguridad activo “por si toca salir corriendo”.
“Maleta, una mudada y mi pasaporte siempre listo”, comenta, insistiendo siempre en no revelar aspectos de su identidad que puedan acarrear problemas.
Bajo esa condición, comenta que muchos de sus colegas de redacción con quienes ha mantenido comunicación discreta, han renunciado al oficio y dedicado a otras labores: conductores, comerciantes informales, emprendedores de pequeños negocios de alimentos, otros han buscado puestos en otras cosas alejadas de la profesión.
“Aquí los únicos autorizados a operar con normalidad son los oficialistas y aun así muchos se han ido del país, han renunciado y se han dedicado a otras cosas también. Conozco un caso de un examigo que dice que prefiere andar de taxista que volver a los medios oficialistas”, comenta.
Este reportero no critica ni cuestiona la decisión de sus antiguos colegas de redacción.
“A como decía Pedro Joaquín Chamorro, cada quien es dueño de su propio miedo. No es fácil ejercer la carrera bajo asedios, amenazas, agresiones, confiscaciones, robos, campañas de desprestigio, juicios, condenas y exilio”.
El día que el periodismo independiente fue herido
Lo mismo dice otra colega retirada del oficio y antigua periodista de televisión y radio: “Mi familia me pidió no volver a ejercer mientras esto siga así”, dice.
“Hemos visto y sufrido por las detenciones arbitrarias, torturas y malos tratos, hostigamiento, denegación de justicia, restricciones a la libertad de expresión, confiscaciones y amenazas contra rostros de amigos y conocidos. Aun lloro cuando leo noticias de Miguel Mendoza”, comenta.
Para ella, el periodismo independiente en Nicaragua “fue herido de muerte cuándo se tomaron La Prensa”. “Ese día para mí fue duro. Si aún guardaba esperanzas de volver, porque me apasiona y nunca lo había descartado del todo, desde ese día comprendí la magnitud de la tragedia que nos tocó vivir como periodistas de esta época”, dice por WhatsApp.
Con el asalto al diario más antiguo del país, comenta, “una de las instituciones más respetadas a nivel internacional en Nicaragua, los susodichos (Ortega y Murillo) dijeron ‘no hay más periodismo independiente en Nicaragua’”, cierra.
Otros creen que el periodismo sufre, pero vive. “El dictador cree que ha acabado con él, pero se equivoca”, dice un redactor de plataforma digital.
“Hemos vuelto a las catacumbas como en los años 70, pero con las tecnologías de nuestro lado, en el exilio algunos, pero seguimos informando, lo hace La Prensa desde su plataforma. Seguimos denunciando los abusos del dictador hasta que deje el poder y como dijo Pedro Joaquin Chamorro, ´hasta que Nicaragua vuelva a ser República”, finalizó.