“El VIH no es una sentencia de muerte, sino una lucha constante que exige derechos y visibilidad” afirma Marcela Zúniga, activista trans, ante un contexto de abandono y represión en Nicaragua.
En una Nicaragua donde la voz disidente es silenciada y la información se oculta tras el velo de secretismo, la realidad de quienes viven con VIH se desdibuja entre la precariedad y el abandono. El cierre de organizaciones, la represión política y el desmantelamiento del sistema democrático y de derechos humanos han sumido a esta población en una vulnerabilidad extrema, donde el acceso a tratamiento y la lucha contra el estigma se convierten en batallas cotidianas.
Esta situación se agrava para la población LGBTIQA+, históricamente marginada y discriminada, que enfrenta barreras adicionales para acceder a servicios de salud y justicia.
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ToggleEl VIH en Nicaragua una epidemia que no da tregua
Enrique Beteta viceministro de Salud, informó que en 2023 se reportaron 1, 155 nuevos contagios, sumando 11,000 personas que viven con el virus en el país. Aunque la mortalidad relacionada con el VIH ha disminuido pasando de 225 muertes en 2019 a 126 en 2023, la velocidad con la que avanzan los contagios dibuja un panorama alarmante.
Hace cinco años, los datos del Ministerio de Salud (MINSA), ya mostraba una epidemia concentrada en población clave y regiones específicas. En 2019, la prevalencia nacional del VIH en personas de 15 a 49 años se mantenía en 0.39%, con una incidencia de 16.7% casos por cada 100,000 habitantes. Sin embargo, la epidemia golpeaba con más fuerza en cinco SiLAIS: Bilwi, Managua, Chinandega, León y Masaya, que concentraba el 70.4% de los casos. Managua, la capital registraba sus mayores índices en los distritos IV, V y II, donde barrios como Francisco Buitrago, Pedro Altamirano y la Morazán superaban los 40 casos por cada 100,000 habitantes.
La ciudadanía más vulnerable indica en Minsa textualmente en su informe es “la población de Hombres que tienen Sexo con Hombres (HSH) es de 14.5%; en Personas Trans-12.7% y en Mujeres Trabajadoras Sexuales (MTS) el 2.7% en el 2020” y las mujeres trabajadoras del sexo con un 2.7%.

Cinco años después, el VIH sigue abriéndose paso. A pesar de los supuestos esfuerzos de prevención y tratamiento, las cifras que se manejan reflejan que la epidemia no ha disminuido. El aumento de nuevos casos es una señal de que los retos persisten: La educación sexual, el acceso a pruebas a diagnósticas y la lucha contra el estigma aún tiene un largo camino por recorrer. En donde la salud publica enfrenta múltiples desafíos, el VIH sigue siendo una sombra que exige atención urgente.
CISAS: un vacío que resuena en Nicaragua

El Centro de Información y Servicios de Asesoría en Salud (CISAS), bastión de educación, prevención y apoyo para mujeres y personas LGBTIQA+ con VIH, fue clausurado por el régimen Ortega Murillo en 2018. Ana Quirós, su directora, hoy exiliada en Costa Rica, evoca el impacto de este cierre en una entrevista a nuestro medio Intertextual.
“CISAS ejercía una labor fundamental en la educación, prevención y acompañamiento a mujeres y personas LGBTIQA+ que conviven con VIH en Nicaragua. Esta labor ha continuado en cierta medida a través de persona voluntarias, pero oficialmente cesamos todas nuestras actividades desde finales de 2018.” dice Quirós.
La activista y defensora de derechos humanos que además es especialista en salud pública denunció. “El régimen ha cancelado la personería jurídica de más de 5,600 organizaciones desde 2018, lo que ha provocado el abandono de las poblaciones beneficiarias, el desempleo de quienes trabajaban en estas organizaciones y la desaparición de los ingresos al país producto de las donaciones que recibían estas organizaciones para su trabajo”.
El sistema de salud: Un laberinto de carencias, aunque digan lo contario
El desmantelamiento del sistema de salud nicaragüenses ha agravado la situación de las personas VIH. Quirós, detalla. “El VIH en Nicaragua ha sido una problemática que ha sido principalmente atendida por organizaciones no gubernamentales y grupos de la cooperación internacional. En el último tiempo, esa cooperación ha disminuido prácticamente hasta desaparecer, especialmente en lo que va del año con relación a la donación de condones y de medicamentos antirretrovirales. Esto significa que, si bien antes había escases de medicamentos antirretrovirales, esto va a disminuir aún más”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en Nicaragua hay entre 9,000 y 16,000 personas que viven con el VIH. Sin embargo, Quirós Advierte. “Estos datos no pueden ser sustentados con los datos oficiales, por cuanto estos carecen de una confiabilidad importante y son de difícil acceso. La mayor parte del tiempo la web de Ministerio de Salud o no está funcionando o aparece que está en el proceso de construcción”.
El impacto de la reducción de fondos internacionales
La situación se agrava con la reducción de fondos internacionales. Según informes, la decisión de Estados Unidos de recortar fondos a organizaciones humanitarias de la ONU tiene un impacto devastador en la lucha contra el Sida.

“Es razonable que Estados Unidos quiera reducir su finamiento con el tiempo, pero la retirada repentinamente del apoyo está teniendo un impacto devastador en varios países, particularmente en África, pero también Asía y América Latina. Pedimos una reconsideración y a la restauración urgente de los servicios, especialmente de aquellos que salvan vidas” ha dicho la jefa de UNAIDS, Winnie Byanyima.
Este recorte afecta directamente a programas de prevención, tratamiento y apoyo para personas con VIH especialmente en países con sistemas de salud frágiles como Nicaragua.
La represión en Nicaragua agrava la lucha contra el VIH y limita el acceso de tratamientos
En Nicaragua “los servicios se han descentralizados, ahora hay más unidades de salud donde las personas pueden realizarse sus seguimientos y recibir tratamiento, y en caso de necesitar una asistencia más especializada, se remiten a los hospitales”, relata María Martínez, integrante de la Comunidad Internacional de mujeres con VIH- CWLATINA, destacando un aspecto positivo en medio de la adversidad.

Sin embargo, Martínez señala que “no solo el cierre de organizaciones afecta a las personas con VIH, sino la reducción de fondos, ya que muchas actividades de prevención y acompañamiento se dejaron de realizar, y así mismo se perdieron oportunidades de desarrollar estudios, actualizaciones que les permitían a las personas con VIH empoderarse”.
“El acceso a los retrovirales es escaso debido a la situación política del país, las sanciones y la salida de organizaciones que apoyan campaña de prevención, acompañamiento y educación” denuncia Athiany Larios activista de derechos humanos.
La crisis política ha limitado gravemente el acceso a la salud para las poblaciones vulnerables, mientras que el gobierno asegura que “todos tiene acceso a los retrovirales y que la atención es buena”, aunque esto “no refleja la realidad”. La falta de información fiable complica la situación. “El MINSA nunca dio datos exactos y actualizados” sobre la pandemia, lo que genera desconfianza en las cifras oficiales actuales.
Para Athiany la arbitrariedad de cierres de organizaciones ha sido una tragedia en Nicaragua, explica “El gobierno quiere centralizar el control de la información y los servicios de salud”, añade que “las organizaciones que trabajan en prevención del VIH ya no pueden hacerlo. Si mencionan derechos humanos, corren el riesgo de ser encarceladas o desterradas”. Sin estos espacios, la comunidad LGBTIQA+ y otros grupos vulnerables quedan sin apoyo y expuestos a mayores riesgos de contagio.
Marcela Zuniga: La lucha por la vida y la dignidad de las personas

Marcela Zúniga es una activista trans nicaragüense exiliada en Costa Rica y relata con franqueza cómo asumió su diagnóstico de VIH, reconociendo que, aunque la noticia fue difícil, decidió enfrentarlo con pragmatismo. «Lo único que dije fue: Okay, ya salí premiada, jugué tanto a la lotería que me gané el primer premio: Ahora lo que me queda es tomarme las pastillas. Ahora desde mi punto de vista, obvio que no todas tenemos la misma reacción. Hay que hacerle frente, ya estamos aquí, a salir adelante” asegura.
En cuanto al acceso al tratamiento en Nicaragua, a pesar de las dificultades, Marcela nunca enfrentó gran obstáculo porque exigía sus derechos como activista comenta, pero esto fue antes del 2018 que iniciará la crisis sociopolítica en el país. Aunque recuerda que una vez recibió un medicamento vencido. Frente a ello, no dudo en tomar acciones, como denunciarlo en medios de comunicación, además. “hice una nota de prensa y se la entregué al delegado del Ministerio de Salud” lo que provocó una intervención directa del hospital.

El exilio de Marcela a Costa Rica en 2019 estuvo marcado por la violencia y el miedo, consecuencia de su activismo. “En mi comunidad, todos me conocían porque era cara publica, salí en medios de comunicación. Sabían que trabajaba con Zoilamérica… tuve atentados. Casi me matan la primera vez me quebraron un puente dental de una patada” recuerda con dolor.
A pesar de su exilio forzado para preservar si vida y su libertad, Zúniga sigue reflexionando sobre la situación en Nicaragua, donde la represión y el miedo prevalece, como el difícil contexto de la comunidad LGBTIQA+ y las personas con VIH en Nicaragua., especialmente en términos de apoyo y acceso a servicios de salud y los derechos humanos, lo que ha provocado mucho exilio en la comunidad LGBTIQA+.
VIH: El peso del estigma
En Nicaragua acceder a tratamiento para el VIH siendo parte de la comunidad LGBTIQA+ es enfrentarse a un sistema que no solo margina, sino que también expone. En hospitales como el Hospital Carlos Roberto Huembes, la falta de privacidad y la segregación de pacientes han convertido la atención medica en un proceso humillante.“Todo el mundo sabía a qué ibas si te veían entrar ahí” relata Marcela. La visibilidad forzada, sumada a actitudes de prejuicio dentro y fuera de las clínicas, han hecho que muchas personas opten por no buscar tratamiento, poniendo su vida en riesgo.
La situación se agarraba con la represión estatal, y la falta de acceso derechos básicos. En contraste en Costa Rica, aunque el proceso es burocrático, el sistema de salud evita la estigmatización al integrar a todas las personas en consultas generales, añade. Sin embargo, la falta de recursos y redes de apoyo puede complicar el acceso al tratamiento. Ante el miedo y la falta de oportunidades, muchas personas de la comunidad LGBTIQA+ han visto el exilio como su única alternativa para sobrevivir.
Intertextual también obtuvo entrevista con Sergio Reyes un nicaragüense gay de 31 años, quien nos compartió su experiencia sobre la situación del VIH en su país, y reitera que sabe que hay una disminución en la calidad de la atención médica en los últimos años.
Reyes relata que, si bien no tuvo problemas significativos al recibir su diagnóstico y tratamiento antirretroviral, si ha percibido un estigma indirecto por parte del personal de salud. “Pues discriminación como tal quizás no han tenido actitudes así digamos directas, pero si como que se percibe un poco las malas miradas como que siempre asumiendo que por ser gay la mayoría acudimos a la clínica porque está el VIH de por medio.”
A pesar de la represión, la censura y las dificultades para acceder a servicios de salud de calidad, activistas como Marcela Zúniga y ciudadanos como Sergio Reyes, ambas personas que conviven con VIH, insisten en la importancia de la educación y el acceso equitativo a tratamientos.
Reyes enfatiza que es fundamental erradicar el estigma que persiste en los centros de salud y en la sociedad en general, pues esto desincentiva a muchas personas a buscar atención médica a tiempo.
Zúniga, por su parte, resalta que vivir con VIH no es una sentencia de muerte, sino una condición crónica que puede ser manejada con el tratamiento adecuado. “Es clave seguir tomando los medicamentos en tiempo y forma. El VIH no nos define, lo que nos define es la manera en que enfrentamos los desafíos” concluye con determinación.
Los testimonios de Sergio y Marcela reflejan una realidad que muchos en Nicaragua enfrentan en silencio. En un contexto de represión y abandono estatal. La lucha contra el VIH sigue siendo un reto, pero las voces de quienes resisten demuestran que la información, el acompañamiento y la exigencia de derechos pueden marcar la diferencia en la vida de muchas personas.