Los mercados “El Mayoreo”, el “Oriental” y el “Roberto Huembes” de Managua, han experimentado un incremento de tramos exponencial. Los nuevos puestos de ventas, casi han desaparecido calles ubicadas en las periferias de estos populosos centros de compras haciéndolos ver más caóticos y desordenados.
Para un economista local que por obvias razones pide que sus comentarios sean tomados ocultando su identidad, esto se debe a que hay un aumento en el desempleo y la gente busca ganarse la vida en actividades informales como los puestos de ventas en mercados. “Si, hay gente nueva con nuevos negocios, no sé dónde van a hallar tantos compradores”, confirma un comerciante del Oriental que se queja también del crecimiento de la oferta, pero sufre por la caída en las demandas.
“La gente está desesperada, quienes tenían sus ahorritos apuestan por las ventas y hay quienes están aprovechando las remesas para esa pequeña inversión de sobrevivencia”, explica el economista. “Claro que el problema es que el comercio se queja de malas ventas por la falta de circulante. Además hay una espiral alcista que las autoridades gubernamentales no detienen”, explica.
“No hay una generación de empleos en el país, no vemos inversión. Lo que en Nicaragua crece es el mercado informal. En los mercados, lo que vemos es a cabezas de familia que se ven obligados a montar un negocio, abultando la estadística de la informalidad”, reitera el especialista.
La otra crítica que hacen los comerciantes ya establecidos es que la instalación de nuevos puestos de venta aumentan “el desorden y el caos” en los mercados. Recuerdan que son varios los intentos de la Alcaldía de Managua, por ejemplo, en tratar de ordenar los centros de compras, los desalojos en las vías donde la informalidad se ubica sobre todo en zonas como el Gancho Camino, donde es una proeza desplazarse.
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ToggleAvanza “frontera comercial” en el mercado Oriental de Managua
José Idelfonso es un ciudadano de 45 años, padre de tres hijos a los que tiene más de tres años de mantener con ayuda de su esposa. Ambos unieron el fondo de sus liquidaciones laborales cuando fueron despedidos en el mismo mes, en octubre del 2020 por efectos de la pandemia, para montar un puesto de venta de accesorios para celulares.
Esta pareja se vio sin trabajo, y con muchas cuentas por pagar, más la responsabilidad de garantizar comida, ropa, techo y educación a sus tres hijos. Habían oído de la idea de que esos puestos generaban dinero por la moda de los teléfonos celulares en el país, aunque había el miedo a la pandemia. Obligados, emprendieron y desde entonces viven del puesto.
“Lo recuerdo bien como si fuera ayer, estábamos en la sala de nuestra casa, en el barrio Campo Bruce, tratando de encontrar un norte, una guía para saber que hacer ahora que nos habíamos quedado sin empleos, entonces Milagros mi esposa, me dijo que alguien le dio la idea. Ni modo, había que apostarlo todo, porque ya casi nada teníamos”, dice el padre.
Explica este jefe de familia, que así comenzó todo. “Fue difícil al comienzo, y ahí hemos ido creciendo”, añadió. Ahora administra un local de unos cuatro metros de largo y cuadro de ancho, con estantes donde se exhiben las marcas más cotizadas de celulares, además de una amplia gama de accesorios.
“Antes entre mi esposa y yo ganábamos para el sustento, hay buenos días en que se gana más que eso. Creo que nos iría mejor, pero hay mucha competencia, a veces hay más vendedores que compradores en el mercado”, se queja.
En el Mercado Mayoreo
María Zeledón tiene 39 años y es una madre soltera de un niño de ocho años. Dejó al padre por su carácter violento y desde hace algunos años “la lucha sola”, como ella dice. Zeledón sale todos los días desde Villa Sol, un residencial ubicado en las periferias al norte de la capital, donde alquila una habitación con su hijo. Ella aborda una caponera y después una ruta que la lleve al mercado Mayoreo, donde tiende una sábana para exhibir su mercadería de zapatos nuevos.
“Inicié mi negocio desde hace dos años. Antes trabajé en una zona franca, después como doméstica, pero llegó el momento que se cerraron las plazas de trabajo y lo poco que conseguía en trabajo temporales no me daba el sueldo para vivir con mi hijo Miguel. Por eso pensé en recoger un dinerito y tener algo más fijo para mí”, contó para este reporte.
“Una de mis expatrona –agregó– me ayudó. Ella tiene una empresa que distribuye zapatos al mayor y me dio la oportunidad abriéndome un crédito con un cajón de zapatos. Así comencé a vender, ubicando cada día mi mercadería en uno de los andenes del mercado. Es un trabajo duro, porque tenés que sortear la lluvia o sol, pero al final del día ves la recompensa”, dice optimista.
Zeledón señala también que hay días “malos y buenos”. “Cuando uno depende de ventas debe ser optimista siempre, un día ganás para mucho, al otro nada y así vas. Lo importante es que pueda llevar a casa dinero para comida y el pago de la renta cada fin de mes. No es fácil, pero hay que jugarselas”, dice.
Añade también que debe pagar por el derecho de piso a la Corporación Municipal de Mercados de Managua, Commema, de la Alcaldía de Managua, que no les perdona días de malas o buenas ventas. “Eso se paga si o si, son entre 100 y hasta 200 pesos en dependencia de la zona”, dice.
Mercado “Roberto Huembes” se traga al barrio La Fuente
El mercado “Roberto Huembes” experimenta un caso particular. Desde hace unos años surgieron tramos en una de las entradas al barrio La Fuente. Era una especie de cuadra de tramos, pero ahora se han tomado calles enteras.
Magdalena es una joven de 30 años habitante del barrio “18 de Mayo” madre de dos hijos; Joaquina de cuatro y Mario de siete. Su esposo vive y trabaja en Costa Rica desde hace cuatro años. El viaja dos veces al año, según nos explica, para ver a la familia. Contó que en el último año ambos decidieron aprovechar las remesas para montar un tramo en esa zona del barrio La Fuente, mejor conocida como el mercadito.
“Vendo lácteos, huevos, frutas, verduras de temporada hace poco me fue súper bien con la venta de aguacate. Hay días que llegó a vender hasta 300 y 500 pesos. Esto me sirve para pagar el gasto diario mío y de mis hijos mientras esperamos la remesa”, señala Magdalena al momento que atendía a su proveedor de cajilla de huevos.
El Israel Lewites, crece en desorden
Es común ver cada cierta temporada de ventas como las de diciembre por las fiestas de navidad o enero con la escolar, que no se puede transitar en las calles marginales internas del mercado. Se debe a los tramos improvisados.
“Son caramancheles con mesas de madera y láminas de zinc para poder ofertar todo tipo de productos. Eso nos afecta a los que pagamos o tenemos tradición de ventas todo el año. Es un desorden”, se queja un vendedor de ropa de este centro de compras.
El comerciante dice que las autoridades deberían regular esto. “La excusa es que todos debemos sobrevivir, pero aquí hasta el gobierno viene a instalar ferias con sus seguidores y nos hace competencia desleal. Nadie dice nada por miedo, pero de pronto hay más vendedores que compradores”, se lamentó.