Las personas adultas mayores LGBTIQ+ en Nicaragua, viven en la invisibilidad y la represión, enfrentando discriminación, abandono y una falta de apoyo en medio de un régimen autoritario.
En el Caribe nicaragüense, un entorno de diversidad cultural con arraigadas tradiciones, un sector de la población permanece oculto en las sombras: Las personas adultas mayores LGBTIQ+. Invisibilizadas por el sistema y enfrentando una discriminación profundamente arraigada, sus vidas transcurren entre el anonimato y silencio impuesto por una sociedad que continúa marginándolas.
Sus historias, raramente contadas, revelan una realidad compleja de abandono, estigma y resistencia silenciosa.
Indice
TogglePersonas adultas mayores LGBTIQ+: Un tema ausente en la agenda social
“En Nicaragua, hablar de la tercera edad LGBTIQ+ es casi un tabú. Ni siquiera los colectivos LGBTIQ+ abordan esta temática de manera directa”, afirma Luz de Vida activista hombre gay de la comunidad diversa de la Costa Caribe de Nicaragua; quien prefirió hablar omitiendo su verdadero nombre por razones de seguridad, puesto que desde 2018 la libertad de expresión ha sido castigada con cárcel, muerte o destierro por parte del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Esta invisibilidad se ve exacerbada por un marco legal que no reconoce las uniones entre personas del mismo sexo, limitando sus derechos básicos, desde la adopción de una identidad de género hasta el acceso a beneficios sociales. La falta de programas específicos agrava aún más la situación.
“No hay espacios de recreación, ni actividades que eleven la autoestima de estas personas. Los pocos servicios existentes no consideran su realidad” agregó el activista del Caribe de Nicaragua.
El abandono sistemático lleva a muchas personas mayores LGBTIQ+ a la indigencia emocional, agravada por problemas físicos. “La dura realidad es que muchas personas mayores LGBTIQ+ mueren solas, olvidadas porque sus propias familias y la sociedad les dieron la espalda”.
En la Costa Caribe Norte y Sur de Nicaragua, las creencias culturales también juegan un papel crucial en esta discriminación. “En las comunidades indígenas y afrodescendientes de la Costa Caribe, la pertenencia a la comunidad LGBTIQ+ se considera algo satánico” denuncia Luz de Vida. Estas personas enfrentan actos de violencia extrema, que van desde la expulsión de sus comunidades hasta la pérdida de la vida, como una forma de rechazo a la comunidad diversa.
Resistencia en el silencio
En un contexto político represivo, la resistencia de las personas mayores LGBTIQ+ se ve forzada al silencio. “El miedo a la persecución hace que muchos prefieran quedarse en sus casas, alejados de cualquier espacio organizado” añade.
El activismo, que alguna vez fue una forma de alzar la voz, y defender derechos ahora se percibe como una actividad de riesgo. Sin embargo, el silencio no implica necesariamente derrota. El activista destaca que, aunque invisibilizados, muchos continúan contribuyendo desde el anonimato. “tenemos doctores, maestros, administradores, curanderos que enriquecen a sus comunidades, aunque sin el reconocimiento que merecen” destaca el activista costeño.
Voces desde la Experiencia: Alfredo de Chinandega y Esther de Managua relatan su historia
Alfredo Núñez, hombre gay de 58 años, originario de Chinandega diagnosticado con VIH, ofrece una perspectiva íntima sobre cómo la discriminación marcó su niñez, juventud y su forma de vida actual.
“En mi adolescencia, sentía atracción por chicos, pero debía ocultarlo, porque era visto como un pecado, algo que la sociedad y mi familia no aceptaban”. Aunque finalmente obtuvo la aceptación de sus padres, la discriminación en la escuela y la doble moral de su entorno dejaron profundas cicatrices, que, aunque quiera disimular no puede.
A pesar del deseo de superarse, Alfredo no pudo culminar sus estudios debido a las barreras económicas y al rechazo que enfrentó en su juventud. “Es imposible continuar cuando la vida se encarga de recordarte que no encajabas, que no importabas”. Actualmente sobrevive “de la renta”, pero no da muchos detalles. Sin embargo, explica que le permite cubrir lo básico, aunque sin garantizar estabilidad. “Es un alivio contar con ese ingreso, pero no deja de ser limitado. Vivir el día a día es agotador, y uno siempre tiene miedo de cualquier emergencia, más a mi edad”.
Por otro lado, se logró hablar con una mujer lesbiana a quien se le asigno el nombre de Esther, con 61 años y habitante de Managua. Ella enfrenta la vida llena de desafíos, la realidad de muchas personas mayores LGBTIQ+ en el país. Su vida está marcada por la precariedad económica y la lucha por subsistir. “Trabajo arreglando electrodomésticos, oficio que aprendí gracias a un amigo y hago labores domésticas para poder completar mis gastos», comparte.
A lo largo de su vida, la discriminación ha sido una constante desde que descubrió su orientación sexual a los 9 años, enfrentadose al rechazo de su entorno, incluso de su propia familia.
La falta de oportunidades educativas y laborales también ha dejado una marca profunda en su historia. “Siempre he soñado con viajar y tener otras oportunidades, pero nunca pude hacerlo ni completar mis estudios. Si pudiera cambiar algo de mi vida sería eso” reflexiona.
Además de la exclusión social, Esther enfrenta los desafíos de envejecer en un entorno que no cuenta con redes de apoyo adecuadas ni políticas públicas que atiendan las necesidades de personas mayores LGBTIQ+.
Aun así, su espíritu de resiliencia sigue presente y lo transmite al decir “aunque seamos personas mayores nunca hay que dejar de aprender y siempre hay que ser solidarios, porque solo así se puede construir una sociedad inclusiva y amable”.
Discriminación por identidad + diagnóstico de VIH
El estigma que vivía Alfredo Núñez se intensificó con un diagnóstico de VIH en 2011. “Fue un momento devastador. Ser gay y tener VIH te convierte en blanco fácil de juicios y rechazo”, manifestó. Sin embargo, encontró apoyo en organizaciones como Asonvihsida, proporcionando tratamiento médico y acompañamiento emocional.
“Hoy me siento empoderado para hablar del tema y ayudar a otros a entender que vivir con VIH no es un crimen, ni una sentencia de muerte”.
A pesar de los avances en el acceso a medicamentos y servicios médicos gratuitos. Alfredo lamenta la disminución de apoyo de las ONG debido al contexto sociopolítico. “Antes había más campañas de concientización, más información. Ahora, aunque tenemos tratamiento, el respaldo no es como antes”. Y reflexiona “hay que ver la experiencia de uno. Hemos vivido diferentes etapas en nuestras vidas(…) de toda esa experiencia algo bueno tenemos que sacar para que estos jóvenes no cometan los errores que nosotros cometimos. Necesitamos respeto, porque todos servimos de algo. No porque estemos más entrados en años se nos debe considerar inservibles”.
Hace una comparación de su época con la actual y reconoce ciertos avances en la aceptación personal y familiar de las identidades de género, sin embargo, siente que hay un abandono por organizaciones internacionales y el exilio. “Aquí seguimos luchando por sobrevivir. Hay enfermedades, educación y campañas de concientización que atender. Se necesita un verdadero apoyo para quienes seguimos aquí”.
Realidades: perspectivas de activistas
En Nicaragua, las personas adultas mayores de la comunidad LGBTIQ+ enfrentan múltiples formas de discriminación y exclusión, una realidad ampliamente ignorada por la sociedad y las políticas públicas. María Teresa Blandón, activista feminista, y la Red de Desarrollo Sostenible, la única organización en el país que aborda esta problemática, ofrecen su perspectiva sobre esta crisis estructural.
“La situación de estas personas es realmente alarmante en términos de falta de oportunidades y acceso a políticas públicas” señala Bladón. En Nicaragua, no existen estadísticas oficiales ni políticas públicas que reconozcan las necesidades específicas de las personas LGBTIQ+. La ausencia de un marco legal inclusivo, como la exclusión explícita en el código de la Familia de 2014 refuerza la marginación. “El Estado no rinde cuentas; tenemos un desierto en términos de derechos y atención” apunta la activista.
Por su parte, activista de La Red de Desarrollo Sostenible (RDS) complementa esta visión, destacando la vulnerabilidad exacerbada por la crisis políticas, económicas y sanitarias. refiere que según estadísticas recopiladas por la organización durante la pandemia de COVID-19, las personas mayores LGBIQ+, especialmente mujeres trans trabajadoras sexuales y personas con discapacidad, sufrieron un impacto desproporcionado. Y agrega “El tema de las personas mayores se aborda poco, no por indiferencia, sino por falta de recursos y la amplia agenda de derechos pendientes” explica.
La precariedad económica afecta profundamente a estas personas, quienes, debido a la discriminación laboral y la exclusión social, han envejecido en la pobreza. Blandón detalla “Muchas de estas personas no tuvieron acceso a trabajos formales ni prestaciones sociales, y hoy enfrentan la vejez sin redes de apoyo ni alternativas del Estado”.
El contexto es aún más desolador para aquellas personas mayores LGBTIQ+ que han migrado. En el exilio, las barreras de integración son significativas, especialmente para las personas mayores “sus desventajas aumentan en el extranjero, ya que es difícil para ellas encontrar empleo o acceso a derechos reconocidos por la juventud LGBTIQ+” agrega.
Datos que alarman
Los datos del Observatorio de la Corriente confirman la gravedad de la violencia que enfrentan las personas LGBTIQ+, durante el segundo trimestre de 2024, se documentaron 10 hechos de violencia, incluidos dos delitos de odio y múltiples agresiones físicas y laborales afectando principalmente a personas mayores de 35 años.
Cabe destacar que, aunque hay registros de violencia de personas LGBTIQ+ la organización no profundiza en el tema de personas de la tercera edad de esa población. Sin embargo, con los hallazgos obtenidos María Teresa Blandón, lamentó. “Las respuestas de las instituciones encargadas de la justicia es deficiente o inexistente”. Casos no denunciados por miedo a represalias o ignorados por las autoridades son frecuentes. “Es una situación estructural que refleja la confluencia de pobreza, racismo y discriminación sistemática», concluye.
En Nicaragua, las personas mayores de la comunidad LGBTIQ+ enfrentan un panorama adverso, marcado por la vulnerabilidad derivada de una doble discriminación; la edad y su orientación sexual o identidad de género. Esta es una comunidad históricamente invisibilizada, cuya existencia y necesidades son ignoradas por las políticas públicas, a pesar de un marco legal que teóricamente garantiza la igualdad y penaliza la discriminación.
La exclusión sistemática de estas personas en el diseño de estrategias estatales y la homologación del concepto de familia exclusivamente al matrimonio heterosexual perpetúan su marginación. La disolución de más de 5,654 según La plataforma Nicaragüense de Redes de ONG incluidas aquellas que defendían derechos LGBTIQ+ ha profundizado la precariedad y dejado a estas poblaciones sin redes de apoyo esenciales.
El régimen nicaragüense, con su creciente represión y violencia sistemática contra los derechos humanos desde 2018, condena a las personas mayores LGBTIQ+ a la marginación social, el abandono estatal y la negación de la dignidad. Este panorama demanda con urgencia un compromiso nacional e internacional para visibilizar y proteger a esta comunidad, promoviendo la justicia, restaurando el tejido social y garantizando los derechos plenos sin importar edad, sexo u orientación sexual.